1
Y este amor tan sublime
se desplaza entre las cosas mundanas
como si en realidad no pasara nada/
varios buitres regurgitan mi cuerpo a tus pies y aquí me tienes.
Ver cómo surge,
cómo se eleva, el signo de lo divino, entre el ruido de la vajilla,
entre el ulular de la ropa colgada −del sol entrando en los bolsillos
de las camisas de la ropa colgada− en el patio interior del edificio.
En todos los pisos una madre llama a la cena.
En todos los pisos es alguien
el encargado de la poesía y de la basura.
Mi garganta
se ha preparado durante
siglos para este canto.
Y bajo las escaleras con dos bolsas de versos en cada mano/
sigue ahí ese flaco árbol del otro lado de la puerta como
una muestra cabal de resistencia.
(Árbol del 2 de mayo. Árbol del 4 de enero. Del 20 de agosto)
suelto las bolsas en el cubo/ se congelan las garrapatas
de mi abrigo azul.
“Ha dormido un indigente en el rellano
del 5º piso” reza un comunicado en el panel de novedades
comunitarias.
Seis señoras han firmado al pie para abolir la indigencia.
Yo firmo para abolir el rellano del 5to piso.
Y tu amor tan sublime, continúo, y tu amor tan sublime me turba.
Luz del cuerpo humano que hace resplandecer el lecho de los amantes
rojas semicorcheas, estrellas opiáceas: mi garganta se ha preparado
durante siglos para este canto,
el vil canto que es la espuma de los ríos
que hierve la espuma de los ríos y llueve sobre nosotros/
pero raramente
la poesía se manifiesta
cuando dos o más palabras
se reúnen en su nombre
por ejemplo ahora que remonto las escaleras con las
manos libres/ libres como alas de ganso/ intento levitar/
/centímetros al menos/
/pero con los pies bien puestos en el suelo llego a la puerta/
con el ala izquierda la empujo torpemente/ decepcionado/
y con la otra te señalo el rostro/
2
Universal. Universal.
Particular. Particular.
Qué oídos los tuyos tan preparados para la destrucción de
la naturaleza
qué bella imagen vibra dentro de la piedra
palabras tan antiguas que se echan a la bolsa y se revuelven
(y así tenemos un poema)
y así vibran tus cuerdas vocales al compás del zumbido
de la refrigeradora
y así la noche se adueña del mobiliario como si todo lo cubriéramos
para abandonar la casa
tormenta que te anuncias sibilina por la rendija de la puerta
que alzas tus melodías de guerra reflejadas en el silbido de la cafetera
arcano poder, síntoma universal:
la claridad es una búsqueda apasionada pero infructuosa
arcano poder, síntoma particular:
aquel follaje que me cubre, mientras duermo, hasta desaparecerme
y cierto que la magia ha de prevalecer sobre el orden
y cierto que los cantos rupestres han de prevalecer sobre la lírica
sobre las imágenes que surcan signos tras los lienzos resplandecientes
sobre la estela luminosa de los peces en el estanque
transmigración del alma de las palabras a las cosas
de la poesía a las cosas
del mar a las cosas
corazón palpitante, que de entre mis manos, caes con violencia
hacia los surcos
y germina el fruto, la palabra, la sangre
porque todo esto nace tercamente del silencio
(oh, prevalecer/ oh, matemáticas)
y es necesario que insistamos con rabia donde una flor aparentemente
va a alzar el vuelo
entonces la flor aletea entre otras flores mecidas por el viento
y siento en mi lengua la baba del caracol sobre tu lengua
y alzo la mano para detener el taxi que ha de guarescernos de la lluvia
y así mi paraguas es aniquilado por moléculas de oxígeno de sol
de electrónica
y cierro la puerta raudamente mientras pienso que deberíamos celebrar
que pronto estas hojas
no serán más que incomprensibles ruinas del lenguaje
saber que hasta hace no mucho el mar habitaba todas estas calles y que
ninguno de nosotros dos
vería con malos ojos si esto, súbitamente,
como un milagro, volviera a suceder.
6
Y este amor tan mundano
que se desplaza entre las cosas sublimes
como si en realidad
la poesía fuese una cosa cierta/
Como esta pequeña
mesa de madera en la cual el destino ha grabado dos nombres
que no son los nuestros/
y no por eso
hemos dudado en atar nuestras arterias para
que corra por nosotros una misma sangre.
No por eso, no por la infamia del amor, hemos dejado de sentarnos
a la mesa/
de servir el vino, de cortar el pan, de sentarnos a la mesa
y entonar el vil canto.
Canto que entonó Villon desde su cruz de palo/ canto que
silbaba Pablo
recorriendo el camino de regreso a Damasco.
Aquel canto que el mirlo sueña que teje
durante todo su recorrido hasta descansar
en la alta ventana de esta cocina.
Creer firmemente que en cada gota de agua oceánica
están incluidos todos los elementos.
El vino el estroncio el zinc el mismo canto del mirlo
el mismo silbido de la cafetera temblando sobre el círculo azul
de fuego.
Luego ves al perro de Federico esperándolo a los pies del árbol de
la resistencia/
buscando
siempre la sombra/ rodeando infinitamente el tronco/
aullando desconsolado al mediodía,
a la medianoche
cuando bandadas de pathos
no se dignan siquiera rozar el sucio lago de las palabras.
Tus pies tocan los míos por debajo de la mesa
como si descansando, en medio del bosque,
nos cayera, entre las manos, una avellana vacía/
me hablas de tus padres (coma) de tu pueblo (punto)
Y hoy guardo abierta añoranza
por todos los eventos soñados (heroicos o restitutivos)
que siempre he tenido como reales/
y hoy guardo abierta añoranza
por la aparición de algún acto
fugaz
que se digne a ser aún más valioso de lo
que perdura en nuestra memoria.
Apagas la hornilla y la cafetera cesa, pero estalla el canto del mirlo
estalla el canto de Pound entonado en los canales de Venecia
el Canto Luminoso de Jesucristo echando a los mercaderes del templo
o aquel canto que el mirlo sueña que teje/ durante todo su recorrido/ hasta llegar
a la alta ventana de esta cocina/
y entregarnos/ en su pico/ el final de la madeja.
8
Y esa señora, tras el vidrio, que tintinea la cucharita entre
la taza y el pequeño plato, es el vivo reflejo de mi madre/
empujamos las puertas batientes hacia el salón de los azulejos y nos
acomodamos en una pequeña mesa/ dividida en dos/ por la luz y
la sombra.
Ella me observa y cree reconocerme
pues el día es limpio y real como
las servilletas de tela que una niña va doblando sobre el mostrador.
Ramas del árbol que extienden sus arterias hasta la infinitud
transeúntes anónimos que pasan cada uno con su rayo de sol y
que ahora puedo observar
detrás del otro lado del vidrio.
Levantas el brazo y pides un jugo de naranja y un café,
yo veo las hebras de la página 82 de este libro
a contraluz/ entre las tenues letras negras/ y la página 81/
palabras tan antiguas que se echan a la bolsa y se revuelven
y así tenemos un poema
y así tus manos se posan bocarriba sobre el tablero de mármol.
El candor en la taza de café que aun sobrevive del
sol que hizo brotar los granos
el candor del cuchillo que dio el corte transversal a las naranjas
y así se crea el árbol, el verbo, la semilla, la tinta
se hace carne Hesíodo como padre de la iglesia de
la Cúpula de Magdalena.
Arcano Poder, síntoma Particular:
de los ahorcados solo quedan las ramas quebradas
y el brote de los crisantemos.
Arcano Poder, síntoma Universal:
yo un día tuve un violín que até a una piedra y
arrojé desde el roquerío al mar de San Bartolo/
porque para que este poema cobre vida es necesario
imaginar un tigre agazapado
sobre nuestras cabezas/
porque para que cualquier cosa cobre vida
es necesario atarla a un racimo
de globos de helio/
y decirle adiós con un pañuelo de sabiduría.
Dejar botadas las palabras que nombran todas las
cosas sobre la arena mojada/
sentarnos a la mesa de los desadaptados: tomar las armas,
las flores, los libros,
poner mis manos, bocabajo,
sobre las tuyas, en la mesa de mármol
(el paciente triunfo de la sombra sobre la luz
en el tablero apoderándose de nuestros brazos)
llevarlo todo una mañana de octubre a la ribera del río
soñar con añoranza y rabia que la nuestra
es siempre la otra ribera del río.
Ver el agua que nos separa y zambullirnos
en los libros en las flores,
en los recuerdos que confundimos casi siempre con hechos ficticios
en toda una vida que al final se convierte solo en
cuatro recuerdos revividos
en nuestra lengua materna que es el graznido del
río atravesando las piedras
ave de papel sobrevolando el prado con un corazón humano
reliquias de todos los santos echadas al viento
/amor como una llave encontrada en el suelo
sin saber que puerta abre/
porque hoy todavía puedo presumir en algo la arrogancia
de mi juventud
y aquí levanto la cara y los miro con
desprecio real: peatones, lectores, amas de casa,
y aquí levanto la cara y veo con real desprecio
al vivo retrato de mi madre
(todos estos versos a cambio de mi vida arrebatada)
y ella alza los ojos y me devuelve una mirada de estulticia,
de candor, de compasión humana,
y siento que mi juventud camina entre los peatones
al otro lado del vidrio
adiós días venideros, adiós breve camino de la casa a la playa/
yo solo les quería proponer un juego simple, pero bello: ámense
no le nieguen la hora a nadie
enfunden su violín y tomen el bus a la playa norte de San Bartolo
detrás de la colina de la cruz, donde el mar brama,
bésense con todo el deseo de trascendencia a la sombra del
árbol que ha sobrevivido a todos los amantes
porque quien ama, en suma, miente
porque quedan siempre/ aunque sea tenuemente / los
nombres escritos en la corteza del árbol
(las lágrimas escritas en los líquenes de las piedras)
y porque de los días aparentemente interminables
llegará aquel terrible
que ilumine nuestra última tarde,
y cierto que la magia ha de prevalecer sobre el fuego
y cierto que el desprecio
ha de prevalecer sobre las miradas compasivas
sobre los transeúntes detrás del vidrio
sobre la última ola que rompa sobre la playa.
Luego das el primer sorbo de café y
el vivo reflejo de mi madre deja algunas monedas
sobre su mesa y sale por las puertas batientes
sin dirigirme una mirada/
la veo perderse entre los peatones sin poderla reconocer ya claramente.
Cierro el libro y
creo observar un rayo de eternidad confundiéndose con un
simple destello en el marco de tus lentes.
Hoy juraría que un amor equivocado fue sin duda mi mejor amor.
10
Antonio ha muerto el día de San Bruno.
Nosotros hemos jugado toda la mañana a
escondernos detrás de las adelfas y de los gruesos troncos.
De los árboles, de las ramas de los árboles.
De los libros, de las hojas de los libros.
Debajo de la sombra del limonero donde
he descifrado antiguos sueños/
donde el musgo húmedo se ha tomado todos los
días del invierno
para desplazar imperceptiblemente una pequeña piedra.
Diría que igual es un acto heroico. Diría que
me canso de esperar a ser encontrado y
me apoyo a la sombra posterior del tronco.
Detrás de las adelfas, en el ala izquierda del lago.
Donde una bandada de zorzales ha ensombrecido
las bancas familiares/ donde
los perros y los gansos alzan el cuello y ladran.
Poetas rusos han llegado a descubrir que el perfume
de los lirios es el alma misma de los lirios.
¿Quién descansa en el parque, en la casa,
quién lee, quién juega a pasar del sol a la sombra,
de lo imaginado a lo no imaginable,
quién dispara flechas de papel crepé a los rayos del
sol como si fuera al propio sol al que hiere,
quién duda en el pórtico, quién lo cruza,
quién no se da cuenta
que entre uno y las cosas reales
siempre hay un pórtico real y otro pórtico soñado?
¿acaso nosotros hemos,
acaso ellos han
leído al menos El Infierno?
Yo te vi contestar el teléfono y mirar el lago/
mirar los nenúfares girando como astros en una
galaxia transparente sobre el espejo del lago/
y yo miro la estela brillante de los caracoles
sobre las hojas ensombrecidas,
y allá va la tristeza del marinero que juega con su
hijo sobre la plaza de tierra,
porque detrás de todo ese mediodía y de todo ese
brillo enceguecedor están las estrellas.
Pero estos árboles, no son nuestros árboles, viejo amigo.
Esta ciudad no es nuestra ciudad acuática, ni nuestro barrio.
Este es un poema que se disuelve como si sopláramos
un diente de león a favor del viento.
Y ya no existe un solo marinero que
salga a cubierta,
y que para enrumbar su nave,
levante los ojos y descifre las estrellas.
Y veo las sombras de cientos de zorzales que se adentran en
el reflejo quieto del limonero
(tomo la piedra heroica del
musgo y la estrello contra los
cristales prístinos de mi infancia)
y explota la sombra del
limonero sobre el camino desierto y sobre la
plaza de tierra.
¿Quién duerme entre la hojarasca,
en los patios interiores,
quién canta,
quién prende una flor,
o una gota de agua,
o un ramito de jazmín,
en el saco de un hombre dormido/
cuál de nosotros sigue el vuelo de las abejas
por el enramado del bosque,
quién dispara flechas de papel crepé contra el
el relente del rocío como si hiriera al propio bosque,
o al propio rocío,
quién descansa en el parque, en el pórtico,
quién lo cruza, quién dobla la calle sin conciencia de hacerlo,
cuál de estas sombras hermanas
erra
sobreviviendo a su objeto?
Antonio ha regresado a la casa materna
y muerto el día de san Bruno.
Un indio piel roja me ha descubierto
apoyado en la parte posterior del limonero/
tú lo observas desde el lago
(separando la vista de las adelfas
y del universo)
sacar una flecha de papel crepé del
carcaj de tela y tensar el arco.
Tan sólo el silbido de la flecha es cosa letal
para un corazón humano/
*La selección de textos pertenece a la edición chilena (Andesgraund Ediciones, 2023).
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