Comarcas
Una loca barre el desierto. Mide, camina, barre; traza el cielo oculto en piedras. Una bóveda en
tierra que sigue la que no se puede contener.
Antes de ver, mide y barra. Cada eslabón, irregular, contiene el imaginario de ojos antiguos, que
vieron más.
Nada parece seguro, aunque es claro el derrotero de estrellas, trazado con piedras en grandes
planicies perdidas en la vista.
Un día de trabajo es mínimo en el despeje de arena y polvo. Las imágenes mecánicas se pierden
con su material; energía en otra posición, tiempo en dimensiones intransferibles. Espacios
acumulados en caminos ocultos.
Límites que siempre se alejan, un montaje permanente en fuga. Nada ocurrirá nuevamente en los
extensos desiertos, abigarrados de cosas y momentos irremplazables. Desiertos que pasan,
caminos que siguen. Algo se hunde en la arena.
Lo que parece azar es cuando sus vínculos se desconocen. Cocer, barrer y narrar. No tiene sentido
buscar cómo se caminaba en el origen ese trazado. Sería una transcripción con la materialidad y la
soberbia del presente.
Aunque los asentamientos tienen figuras de color blanco, que se destacan sobre el aparejo gris del
resto de las paredes de los andenes, no aparecen en los ojos que no son capaces de imaginarlos.
Baile de electrones en los átomos, de núcleo grande, casi a la velocidad de la luz. El color que
vemos es extraño. Lo que parece desierto está en luminosidad. Terremotos desde los pies hasta la
incertidumbre.
Desiertos en horizontes. Un lago helado en la montaña. El árbol deshojado ante las montañas
nevadas. Los trazados en el suelo se escuchan en constelaciones distantes, nunca inmóviles.
Una organización de tonos, movimientos encausados en vertientes descubiertas en el aire.
Costumbres extraídas del entorno anterior.
La misma marca
Al deshacer la secuencia de nudos similares, se puede iniciar un ovillo, con múltiples bucles.
Hebras urdidas, hilvanes y ensambles. Armar los puntos base, más que nudo, tiene que ver con
entrelazar el inicio de una conversación. La elaboración de las ramas construye un espacio que se
expande, desplaza y atrapa aire en cada vuelta. Vertientes que emergen a borbotones hasta un
ariete de bambú, con un sonido de madera pulida. Cadenas que liberan formas, una cruz del sur
multiplicada en todos los puntos cardinales. Deshilvanar y reconstruir una extrema aparición de
luciérnagas. Allí no caben cabos sueltos ni cálculos confusos. Tapices que se deshacen, contornos
en movimiento.
Ráfagas de aire, corrientes intensas en leves espacios. Fibras sonoras de días por venir en una
celda. Vendavales de tonos que no responden a causa, un sombrero loco de otro mar por venir.
Una especia de balada del que nunca fue a esa ciudad donde yace. Sonidos de cámara en espacio
abierto. O una red sobre el agua, una brisa soñada. Desiertos licuados en seco; no existe soledad.
(Nushu)
Aves de fuego opaco, un trazo breve, silábico, en los márgenes de objetos cotidianos, lenguaje
secreto, sutilmente sonoro que desata vendavales imperceptibles a códigos dominantes. Agujas de
agua en telas de muchos hilos, que entregan su mutismo de llanos en llamas. Silencios fluyen
generaciones de noches a destellos. Esferas de presencia ingrávida, cuya raíz es aire en expansión.
Nudos tejidos en tramas volubles, humo exacto en evocaciones mínimas y notables. Desentraña
estados intermedios, los fija y responde. Trazos con la fuerza terrible de la levedad.
<El polvo de telas resquebrajadas señala lo que había en otro tiempo, un día antes del día. Antaño
se pulveriza al tiempo de cerrar cortinas, y se abre el aire. Lo que parece un signo gráfico en la
superficie, o calado en ella, una marca de escritura, puede ser una partícula recién posada, que
una brisa o impulso mínimo remueve. <La imagen no es el objeto o sentido que representa, en sí
es un objeto, un sentido que se representa así mismo, donde no hay retorno. <Sobre lo anterior es
posible un último estado.
Carlos Cociña (Concepción, 1950). Desde 1981 vivió en Santiago de Chile, y desde 2020 en Santa Fe, Región del Bio Bío. Trabaja en poesía, y en la edición de libros literarios y no literarios en diversos soportes. Desde la década de los 80 ha publicado cinco libros de poesía, e inició en 2003 una página web con textos para ese formato. Una antología: Poesía cero, 2017 - 2021 y dos libros compilatorios han sido elaborados con sus escritos. Ha efectuado talleres literarios sólo en la Cárcel Pública de Santiago, en Balmaceda Arte Joven y en Descentralización poética. Participa en el Foro de Escritores y trabaja con obras y presentaciones de La Orquesta de Poetas. Su primer libro, Aguas servidas, tiene cinco ediciones, una en México, y el último, La casa
devastada, tres, en España, Chile y México. Al libro compilatorio, El margen de la propia vida, compilación editada por Guido Arroyo, se le otorgó el premio Municipal la Literatura, poesía, en 2014, por la Municipalidad de Santiago. La casa devastada, obtuvo el Premio Mejor libro de Poesía 2017, del Círculo de Críticos de Arte de Chile. Las últimas publicaciones son Gardens/Jardines. Phoenix, AZ, Cardboard House Press (Fragmentos de Espacios de líquido en tierra) Plaquette bilingüe, traducido por Ian U Lockaby, 2021, y Derecho al olvido, (compilación de textos no poéticos e inéditos) edición, selección, intervención y organización de Octavio Gallardo.
Editorial Los Perros Románticos, 2021. En 2017, la Fundación Pablo Neruda le concedió el Reconocimiento a la trayectoria poética y compromiso con la poesía de Chile. A su trabajo se le caracteriza por la utilización de recursos, soportes y códigos no habituales en las obras consideradas literarias.
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