lo humano aparezca y no se vuelva también consumo”.
Por Julián Gutiérrez
Naín Nómez ocupa un lugar destacado en la tradición literaria nacional. Su trayectoria así lo avala. Nace el 7 de octubre de 1942 en Talca. Luego de egresar del Instituto Comercial de Talca, en 1964, viaja a Santiago para estudiar Filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, contexto en el que forma parte —junto a Jorge Etcheverry, Julio Piñones y Erik Martínez— de la Escuela de Santiago. Entre 1970 y 1971 trabajó como profesor de filosofía en liceos, posteriormente, impartió clases de Redacción Publicitaria en la Universidad Técnica del Estado y fue ayudante, en el Instituto Pedagógico en varias asignaturas de literatura en el Departamento de Castellano. En 1972 obtiene un cargo por concurso de Profesor de Filosofía en la misma Universidad Técnica del Estado. En 1974, a raíz del golpe de Estado, se exilia en Canadá, país donde realiza estudios de postgrado (Magíster en Carleton University y Doctorado en University of Toronto) e intensifica su trabajo como académico y poeta, contribuyendo, junto a otros escritores, como Gonzalo Millán, a forjar una importante actividad literaria dentro de la comunidad migrante. En 1985 regresa a Chile con una beca postdoctoral y se inserta en la ONG CENECA, donde realiza diversas actividades e investigaciones culturales. En 1990 postula por concurso a un cargo de profesor en su exuniversidad, ahora Universidad de Santiago de Chile, institución que, en el 2020, le reconoce como Profesor Emérito por su importante contribución y trayectoria: “El académico y poeta Naín Nómez es símbolo de excelencia, compromiso y fecundidad en las letras chilenas. Su paso por filosofía dio espesura a su investigación y a su escritura, en la que destaca la pregunta por la existencia, el desarraigo, lo material y la naturaleza” (párr. 1), señala una semblanza escrita por Andrea Jeftanovic.
Como académico ha abierto líneas de investigación en el campo de la poesía chilena con estudios que se traducen en más de 100 artículos publicados en revistas de la especialidad. Entre esas líneas de estudios, destaca su trabajo en torno a representativos poetas chilenos, tales como: Pablo de Rokha, Nicanor Parra, Efraín Barquero y David Rosenmann - Taub. Es importante también su labor en antologías y ediciones críticas que han sentado las bases de nuevas lecturas a tales vates como a la poesía nacional. Mención especial merece su trabajo dedicado a Pablo de Rokha (1894-1968), posicionándose como uno de los mayores especialistas de este poeta, Premio Nacional de Literatura en 1965, considerado uno de los cuatro grandes de la poesía chilena. Entre estos estudios, destacan: Pablo de Rokha. Una escritura en movimiento, 1988; Pablo de Rokha. El Amigo Piedra, 1990; Pablo de Rokha. Historia, utopía y producción literaria, 1991; Pablo de Rokha y Pablo Neruda. La escritura total, con Manuel Jofré, 1992; Poesía chilena contemporánea. Breve antología crítica, 1992, 1998; La mandrágora. Surrealismo chileno: Talca, Santiago y Paris, 2008; De sur a sur. Relaciones entre la poesía chilena y española durante la segunda mitad del siglo XX, con Álvaro Salvador, 2012; Escrito en Rokha. Antología poética de Pablo de Rokha, 2013. Además, ha sido el editor de la importante Antología crítica de la poesía chilena: Tomo I (1996), Tomo II (2000), Tomo III (2002), Tomo IV (2006). Trabajo que constituye un minucioso y acertado recuento sobre la tradición poética nacional. En la actualidad, prepara los tomos V y VI.
Como poeta, en los años 60 integró el grupo Escuela de Santiago, agrupación cuya propuesta sirve de puente entre las vanguardias históricas y la denominada “neovanguardia” de los 80 en Chile: “El tipo de poesía que hacíamos era de pronto muy hermética, con bastante influencia del surrealismo, y con pocos elementos anecdóticos y escasos elementos satíricos. En ese sentido lo que había era una vuelta a la vanguardia, pero evolucionada. Alimentábamos una continuidad con una tendencia que nunca desapareció, sino que se sumergió, nutriendo sus propias rupturas para resurgir bajo nuevas formas en Gonzalo Rojas, Raúl Zurita y muchos más…” (Nómez, “La Escuela… 58). Dentro de su prolífico trabajo creativo, intensamente reseñado y por el que ha sido invitado a leer en diversos festivales del mundo, se cuentan títulos como: Historias del reino vigilado / Stories of a Garden Kingdon, 1981; Written for a Meeting Place / Escritos para un lugar de reunión, con Sebastián Nómez, 1983; Países como puentes levadizos, 1986; Burning Bridges, 1987; El fuego va borrando, 1989; Movimiento de las salamandras, 1999; Ejercicios poéticos para (desde, alrededor de) la cocina, 1999; Ejercicios poéticos para cocinar, reedición aumentada, 2012; Exilios de medusa, 2015; Historias del reino vigilado, reedición corregida, 2018; Baldío, 2020. Sobre su poesía, Pedro Gandolfo señala: “Nómez construye un poetizar complejo, denso de significados, cuyo lenguaje se desvía poderosamente del habla en su tráfico instrumental, preocupándose de mostrar en sus elocuciones la simultaneidad y el mutuo entrelazarse de las distintas formas del ser y el acaecer, de lo fantaseado y lo real, de lo íntimo y lo histórico, de lo real y lo imaginario, de la vigilia y el sueño, de lo cotidiano y lo maravilloso, de lo oscuro y lo claro, de lo amado y lo detestado, de la vida y la muerte”(Párr. 4).
En su discurso de investidura como Profesor Emérito 2020 de la Universidad de Santiago, Nómez hace un recorrido por su trayectoria de vida, académica y literaria, y comparte una reflexión que, de alguna manera, refleja su condición de humanista: “Las humanidades representan la única posibilidad de reflexionar y de imaginar aquello que nos hace más humano en un planeta cada vez más degradado por una masa de sujetos fragmentados y alienados. El conocimiento sobre el humano alude al pegamento esencial de lo que somos, de lo que hemos sido y de lo que queremos ser para sobrevivir frente a nuestra propia depredación”, —dice.
En adelante, Naín Nómez nos habla, sin aspavientos y con la serenidad que lo caracteriza, sobre la poesía de la Escuela de Santiago, su condición de poeta y crítico, su poesía y el rol de ésta en la construcción de la memoria histórica. Al final, un poema suyo, leído el 4 de septiembre de 2023, en el recital Palabras para la memoria, realizado en la casa central de la U. de Chile.
Dentro del normal desarrollo de la poesía de los integrantes de La Escuela de Santiago, ¿cuáles crees que son los principales elementos comunes que subsisten en sus poéticas?
-Resulta difícil hoy día hablar de elementos comunes debido a que vivimos en lugares distintos, tenemos experiencias diferentes y probablemente lo que nos unió ya no existe. Creo que la Escuela de Santiago como grupo poético dejó de funcionar a comienzos de los años 70s del siglo XX, aunque con posterioridad nos hemos encontrado varias veces y hemos realizado algunas actividades juntos. Con quien he mantenido cierta afinidad es con Jorge Etcheverry, especialmente porque nos reencontramos en Canadá, vivimos un tiempo juntos y hemos participado en actividades políticas a lo largo del tiempo. A Erik Martínez y a Julio Piñones los he visto más esporádicamente y el único encuentro de los 4 fue con motivo del homenaje de la Sociedad de Escritores, hace poco más de un año. Es cierto que en la poesía de todos se mantienen ciertos elementos estéticos comunes, hasta donde puede visualizarse: la relación con el mundo americano en que se mezcla la crítica a la sociedad de consumo con una mirada a su historia y a su poesía. La continuidad con las vanguardias históricas y sus grandes epígonos: De Rokha, Huidobro, Neruda, Mistral, Díaz Casanueva, Girondo, Vallejo, Borges, etc. De ahí rescatamos el intento de totalidad, la ligazón con la política, la apertura a nuevos expresiones y géneros (para nosotros Beckett, Gombrowicz, Onetti, eran poetas), la pluralidad temática, el poema largo. La primacía del mundo urbano por sobre el mundo rural con sus complejidades, su alienación y aislamiento, sus problemas existenciales. El énfasis en los significantes o la forma del lenguaje, aunque los significados nunca dejaron de importar.
Considerando tu condición de poeta y crítico, ¿cómo crees que confluyen estas dos dimensiones creativas en tu trabajo como escritor?, ¿consideras que la poesía y la crítica constituyen una doble militancia o dimensiones indisociables de tu quehacer?
-Creo que las dos cosas. Uno participa desde un doble punto de vista en lo mismo: escribir desde la poesía y desde la crítica es también un compromiso político e ideológico. Por lo tanto se aúnan ya que finalmente lo que está en juego es una comprensión de la sociedad y del mundo a partir de la creación crítica. Muchas veces el poema se instala en una reflexión sobre el arte y el mundo. Otras veces, cuando haces crítica no importa tanto si recurres a la teoría establecida, sino más bien como insertas a un autor o una literatura en la historia, con sus coetáneos o qué te dice su poesía en relación a los problemas de su tiempo. En este sentido, la crítica y la creación son dos caras del trabajo de cualquier escritor, inclusive de aquellos que parecieran no interesarse en el trabajo crítico, por ejemplo: Neruda, Rojas, Barquero, Stella Díaz, entre otros/as. En estos casos, uno lo encuentra en su escritura poética.
En tu último poemario, Baldío, reflexionas sobre la realidad a partir de la pandemia, expresando, de alguna manera, tu visión de mundo y de escritura, ¿cuál es la utopía que se ha ido configurando en tu pensamiento poético actual?, ¿y cómo se vincula con la expresada en las otras etapas de tu trayectoria poética?
-Buena pregunta. Todos los poetas evolucionamos o involucionamos, creo. En mi poesía, hasta donde puedo pensar, hay cambios. Uno empieza escribiendo espontáneamente, sin un plan preconcebido. Mis primeros poemas (12 a 20 años eran así). Cuando empiezo a estudiar en el pedagógico, conozco a otros poetas y participo de la Escuela de Santiago, todos mucho más maduros. Ahí entran otras lecturas, discusiones, formas más experimentales de escritura. Por otro lado, con el grupo América más popular y menos estetizante, vamos a leer a las poblaciones y a los colegios y ahí está el aprendizaje de la relación directa con un público menos lector y más político. En la “Escuela…” hacemos una poesía de mayor complejidad estilística porque estamos experimentando. Eso nos lleva a ampliar las lecturas y ser más críticos con nosotros mismos. Es un periodo de búsqueda. Luego, en el periodo canadiense, retomamos la poesía del sentimiento y la emoción, pero con otras armas literarias que cuando éramos más jóvenes. Al mismo tiempo, ampliamos lo político a lo cotidiano, al amor, a la vinculación o rechazo con el universo anglosajón en que ahora vivimos, a la convivencia de dos lenguas, al mundo de los inmigrantes, a lo que significa haber perdido una sociedad., etc. Es un momento de mucha riqueza, pero también de mucha angustia y sentimiento de soledad. Finalmente, tal vez ya no tienes la batería de imágenes de tu juventud, pero tienes más experiencia y madurez y eso te lleva a elaborar proyectos literarios tuyos y aquí entroncamos con Baldío. Si bien, el poema nace de la circunstancia coyuntural y la necesidad de expresarla, corresponde a un momento en que los libros van a ser temáticos o se construyen en torno a un problema. Movimiento de las salamandras se constituye en torno al gran tema del exilio; Poemas alrededor de la cocina en torno a la relación de las comidas, la existencia humana y el amor; Exilios de medusa en relación a la historia de las mujeres; Baldío en torno a la pandemia. Preparo ahora un libro de homenajes a amigos y conocidos muertos. Y tengo en el tapete otro libro sobre el futuro. Más que utopías trabajo las distopías y los desencantos.
Por último, eres un testigo clave de la historia de los últimos 50 años y has trabajado infatigablemente en la (re)construcción de la historia de la poesía de nuestro país, ¿qué reflexión te nace en el contexto de la actual conmemoración del golpe en Chile?, ¿cuál ha sido el rol de la poesía en la construcción de la memoria?
-Lo que digo es de Perogrullo: la memoria es fundamental para lo humano, para el hacerse humano, para que lo humano aparezca y no se vuelva también consumo. Después de los intentos de convertir la conmemoración de los 50 años en pura hojarasca como trataron de hacerlo con el holocausto las derechas del mundo, para las cuales la memoria no existe, no nos cansaremos nunca de enfatizar la importancia que tiene el arte y la poesía para mantener viva la memoria y el recuerdo del holocausto chileno. La historia es importante, el testimonio es fundamental, pero las imágenes y los relatos imaginarios calan más hondo porque despiertan una conexión más profunda y cercana en quien escucha o lee. La emoción que nos deja un poema es insondable y no se puede cuantificar ni medir. He escrito ya 4 o 5 testimonios que me han pedido desde diferentes lugares para escribir acerca de la memoria, mis experiencias con el Golpe, el exilio y la poesía de la dictadura. Hasta me pidieron una crónica desde Praga que ya tradujeron al checo para una revista. Pero creo que lo más importante, son las experiencias vertidas en poemas que anoté el día del Golpe, los días siguientes y también durante la época del exilio. Hay algunas lecturas de poemas que se harán en estos días y ahí leeré esos textos que hace muchos años no releo porque fueron parte de una coyuntura histórica que seguiremos reviviendo como sea.
En el país del silencio
Desde oriente una nube de grillos gimió toda la mañana
y el pasto comenzó a secarse temprano por el exceso de sangre coagulada
Cuando salí a mirar el sol
el aire era irrespirable
y los vecinos con los ojos atemorizados vigilaban las carreteras más cercanas
los teléfonos funcionaban de vez en cuando con monosílabos de espanto
y mis amigos desaparecían uno a uno del dial
mientras los más sabios acordonaban sus órganos sexuales y se retiraban a sus madrigueras
seguros de que tarde o temprano el peso de la injusticia caería sobre ellos
(Entre las manos llevas las cosas que compraste
y empezaron a rodar en todas direcciones
cuando escuchaste la noticia del bombardeo de
los ríos de oro pudriéndose de las bestias
corriendo por las ciudades desatadas de los
hunos verdes y azules emparedados para siempre
en la historia de las huellas de pesados
botines cubriendo las carreteras empujando las
puertas de las casas desnudando a las doncellas
en los patios en las cloacas ambarinas de la
ciudad mientras las naranjas hacían lo mismo
con otro destino mientras las coliflores se
columpiaban en la acera con otro destino mientras
los primeros porotos del año se ponían viejos
de improviso
tú corrías sin saber qué hacer corrías por todos
los que empezarían a ahogarse desde ese momento
por todos los que empezarían a tener las pesadillas
acostumbradas en esos casos por todos los
que soñaban con el siglo veintiuno y tendrían
que empezar a dejar el mundo porque todavía no
les pertenecía)
Hacia occidente el mar amenazó con retirarse de la costa y legarle al país
un desierto de serpientes marinas
mientras los albatros se fueron alejando hacia el norte hasta que
desaparecieron más allá de mejillones
En el horizonte los cernícalos movían sus pesadas aletas desplazándose
hacia posibles guaridas
mientras los dedos cortados de sus enemigos los señalaban acusadoramente
escondiéndose debajo de la tierra
(Y luego llegaste a la casa vacía a los patios
vacíos a la tristeza inevitable de los días
siguientes cuando casi nada quedaba por hacer
mientras las manos se buscaban una a la otra
antes que las atraparan definitivamente
y los mitos empezaban a revivir en los pechos
a pesar de las mentiras que se cuentan corrientemente
en estos casos y tú recogías las cosas
casi mecánicamente y viajabas con el deseo
de que los días se apagaran y la obscuridad
barriera los recursos corrompidos)
Cuando salí a mirar el sol
habían vuelto las estatuas
y en obscuros subterráneos yacían congeladas esperando los firmamentos de la ira
mientras antiguas señales de hechicería marcaban el advenimiento
de los tiempos idos
Luego los signos desaparecieron
(Terminas de buscarme en los lugares donde
pudieron meterme terminas de gritar de llorar
de gemir de hacerte ovillos de sombra de
romperte las uñas en los escritorios adonde
llegas a nombrarme terminas de perseguir
agujeros infectados de ratas estrellas destro-
zadas de moho y vergüenza sin ya casi recordar
mi nombre ni mis huellas ni mi forma de caminar
terminas con todo y te pones a cavar en un
sendero sin saber qué hacer y te pones a cavar
como si hubiera sido tu costumbre siempre…)
y yo sé que empezó a llover porque me salieron pájaros silvestres
y en mis pies las raíces se hicieron más duras y fuertes
y los que no murieron empezaron a crecer hasta el cielo como los antiguos gigantes
y yo sé
que en el país del silencio
ningún escarabajo puede seguir contaminando el aire mucho tiempo.
(De Historias del reino vigilado.)
REFERENCIAS:
Gandolfo, Pedro. “La poesía como resistencia”. Proyecto Patrimonio. Web. Nov. 2023 <http://letras.mysite.com/nnom181018.html>
Jeftanovic, Andrea. “Semblanza Profesor Naín Nómez”. Facultad de Humanidades USACH. Web. Nov. 2023 <https://fahu.usach.cl/ceremonia-de-profesor-emerito-y-semblanza-academico-dr-nain-nomez/>
Nómez, Naín. “La Escuela de Santiago” Entr. Gonzalo Millán. El Espíritu del Valle, 1987: 57-60. Impreso.
Nómez, Naín. Historias del reino vigilado. Canadá: Cordillera, 1981: 122-126. Impreso.
“Ceremonia profesor emérito 2020 – Dr. Naín Nómez Díaz”. Universidad de Santiago de Chile. Video. Nov. 2023 <https://www.youtube.com/watch?v=cyZir6hd2ug>
“Recital poético por el nunca más: Palabras para la memoria”. Universidad de Chile. Video. Nov. 2023 <https://www.youtube.com/watch?v=pNMLhYhCvEA&t=4364s>
Naín Nómez (Talca, 1944). Profesor de Excelencia en la Universidad de Santiago de Chile, con estudios de filosofía y literatura en las Universidades de Chile, Carleton (M.G.) y Toronto (Ph. D.) en Canadá. Perteneció al grupo “Escuela de Santiago”. Entre sus publicaciones poéticas destacan: Historias del reino vigilado (1981), Países como puentes levadizos (1986), El fuego va borrando (1989), Movimientos de las salamandras (1999), Exilios de la medusa (2015), Historias del reino vigilado (reedición corregida, 2018) y Baldío (2020).
Julián Gutiérrez (San Ignacio, Ñuble, 1972). Profesor, Magíster en Literatura y Doctor en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago de Chile. Ha publicado los poemarios: Epopeya de la luz (2005), Pie de página (2008), Film de los paisajes (2010) y Territorio extraño (2019). Responsable de las antologías: Panorámica de la poesía de Maipú (2006), Ricardo Navia: Cantos a la muerte (2008) y Fin de Siglo: nueva poesía chilena de los 80 (2009).
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