Nuestro primer trabajo
fue acompañar al padre a cavar tumbas.
Golpear el canto contra las piedras,
tirar la pala lejos.
No creas que la poesía me enseñó una lección.
Que echaré menuda foca.
Tampoco sospeches
que no me duele enterrar
lo que odio, vale un carajo.
O supongas que no volvería
a empuñar una pala
en mitad del jardín asilvestrado,
nichos que nadie visita.
A veces, con un nudo en el estómago,
recuerdo el hoyo que cavé en el cementerio
para Edgar Allan Poe
o Annabel Lee de la temporada.
Sí, con un nudo en el estómago
retengo lo que el viejo decía
con sonrisa triste,
sol impío, borrasca desleal:
manos a la obra.
Siempre se puede comenzar otra vez,
cargarlo todo de nuevo.
Todo un día de mierda
remarla en contra.
Ser un maldito héroe
sereno y sonriente
cavando el agujero de turno
para un pobre pájaro o pájara.
O darte de golpe
en la cerviz
con mi herramienta de trabajo
en medio del paisaje agreste
o parque de ensueño.
Sí, trazar una estúpida zanja,
limar las espinas de una rosa,
hacer un agujero, dar unas paladas
hasta cubrir el cajón
en esta patria de intrigantes y sapos,
por amor al arte.
Traidores que viven y matan por monedas,
un minuto de atención, el sueño de poder.
Siempre se puede en este país
asesinar impunemente,
destruir a alguien con razón,
sin razón,
porque hablamos el idioma de Cervantes
con suturas
como decía Vicente Pérez Rosales.
Cavamos a seis pies de la literatura
el poema de la vida y la muerte
desde que éramos críos
y la ley del más fuerte impera.
Es lo primero que aprendimos
en estos pasajes y tumbas
por la razón o la fuerza.
Cuando era un tigre
me gustaba mi reflejo en el manantial.
Saber qué mientras bebo
acechan otras bestias meciéndose,
como yo, al viento, entre las cañas.
Así calmar mi sed observando también
estas cicatrices y líneas del cuerpo
donde me leo felino
más viejo y vulnerable
que encuentra cada vez mejor el agua
antes de fluir, evaporarse
con el sol de la sabana.
Permíteme, señor, ser el cuervo
que atraviesa el corazón del ruiseñor
con insolencia y belleza en el vuelo.
La rapaz que pone a los pies
del pájaro cantor sus alas golpeadas
por la fría luz de la luna,
el carozo de la noche.
La avecilla que despierta oscura,
de súbito y doliente
apurada por el látigo de sol
para echarle ganas, otro poema
hacia todas las estrellas.
Adiós Calíope, soy un asteroide
deshaciéndose en llamas antes de llegar a tierra.
Una piedra que arde desde los ventanales
de un tren de juguete que atraviesa valles invernales,
picos nevados, estaciones vacías.
Una locomotora quebrando una y otra vez
la barra de detención
bajada por el guardavía de la literatura,
que sueña hace días
con una luciérnaga llamando a las demás
con su última luz, el último destello.
Me acerco a la muerte,
como si caminara por la luna,
sin gravedad.
Y fuera poco a poco dejando atrás
cada pieza del traje espacial
partiendo por el parche de la bandera,
el logo de la empresa.
Donde todo lo que tenía que decir
se pierde por una falla de comunicación
mientras desde la base espacial
a través de las cámaras
solo ven un astronauta volviéndose loco,
desnudándose, reflejando
su planeta tierra en el casco
antes de tirarlo
y fundirse con el universo.
Seguimos aquí –Anna Ajmátova–,
ebrios y perdidos
sobrevolando sillas, mesas,
la tarima del “Perro vagabundo”.
Moviéndonos como estrellas fugaces
que nadie alcanza a detener
en el cielo de su lengua.
Es difícil hacerse oír
donde todos esperan señales
y no palabras.
Por supuesto, muchos nos odian
sin razón alguna.
Quisimos tanto a estos parroquianos.
Seguro más de lo que ellos nos quisieron a nosotros
y vomitamos.
Ernesto González Barnert (Temuco, 978). Poeta, cineasta y gestor cultural. Su obra poética ha sido reconocida con el Premio de Poesía Infantil de las Bibliotecas de Providencia [2023], Premio Pablo Neruda de Poesía Joven [2018], Premio Nacional de Poesía Mejor Obra Inédita [2014], Premio Nacional Eduardo Anguita [2009], Mención Honorífica del Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press [2020] entre otros premios, becas y concursos de índole poético. Licenciado en Cine Documental de la Universidad Academia Humanismo Cristiano y Diplomado en Estética del Cine de la Escuela de Cine de Chile.
Productor Cultural de la Fundación Pablo Neruda. Reside en Santiago de Chile.
Comments