Entrevista a Juan Eduardo Díaz: Poeta, Editor y Profesor de Literatura
Por Ernesto González Barnert
Tuve el privilegio de conversar hace unas semanas con Juan Eduardo Díaz [1976], a un año de haber obtenido el Premio de Poesía Revista de Libros El Mercurio. El poeta y profesor, oriundo de San Bernardo y residente en el Litoral de los Poetas desde hace años, recibió este galardón por su libro Manual de Carpintería. El jurado estuvo compuesto por Fabienne Bradu, María Inés Zaldívar y Adán Méndez. Juan Eduardo siempre ha estado en la búsqueda constante de la literatura. Nacido en San Bernardo el 8 de agosto de 1976, creció en un hogar sin libros, lo que no le impidió, sin embargo, encontrar su camino hacia la poesía. Fue en su adolescencia, mientras estudiaba mecánica en el Liceo Industrial Miguel Aylwin Gajardo y trabajaba como mecánico industrial, cuando la literatura comenzó a despertar en él. A través de los talleres y agrupaciones literarias, desarrolló la conciencia del oficio, lo que lo llevó a publicar su primer libro Sombras de Valparaíso en 2001 y a obtener reconocimiento en certámenes como el Premio Enrique Lihn en 2002.
Tras mudarse a Valparaíso, continuó publicando con títulos como Del diario de Teresa y Sylvia y Claveles, además de fundar la Editorial Caronte en 2009. En 2011, se trasladó a Punta de Tralca y fundó el taller Morada de Hechiceros, que dio lugar a varias antologías publicadas. Su poesía ha transitado entre el verso y la prosa, con libros como Instantánea (esto ha sido) y Poema decente, explorando la frontera entre el relato y la poesía experimental. Además, ha sido profesor de Lengua y Literatura y jurado del Fondo de Libro y la Lectura, promoviendo la creación literaria en diversas localidades y en la Fundación Pablo Neruda. En nuestra charla, Juan Eduardo compartió su visión sobre la escritura y la enseñanza de la literatura, pero sobre todo sobre la importancia de su tierra y su gente en la creación de un espacio literario vivo, sin renunciar a lo contemporáneo. Su obra no solo es un reflejo de su vida, sino también una propuesta de identidad y pertenencia, que nos invita a cuestionar qué significa ser poeta en el Chile de hoy.
¿Cómo recuerdas tu infancia en San Bernardo y cómo influyó en tu acercamiento a la literatura, considerando que no creciste en un hogar lleno de libros?
–Recuerdo una infancia de camino a mi escuela, en un camino de tierra junto a parcelas de sembradíos agrícolas que en invierno tornaba en barrial y que sólo las carretas tiradas por caballos podían sortear.
En mi casa efectivamente no había libros, para un adolescente como yo, la vida se daba en un barrio de trabajadores donde las pichangas eternas se alargaban según las sombras de la tarde. Los días se daban frente al televisor mirando el Festival de la una, Sábados gigantes, el Jappening con ja, 60 minutos, o escuchando la radio Umbral, la Cooperativa, o buscando el cometa Haley en las noches del Chile de esa época, recuerdo a Miguel Ángel Poblete de Villa Alemana, y toda esa cultura ochentera. Recuerdo muy bien la bondad del viento sur una noche en que desde mi cama escuché el recital completo de Los Prisioneros y que se daba en el estadio municipal de San Bernardo, a un par de kilómetros de mi casa. La poesía aún no pasaba por mí.
¿Qué papel jugó la mecánica en tu vida? ¿Cómo pasaste de estudiar mecánica a descubrir la literatura en ese contexto?
–Trabajé de mecánico cuatro años, luego de salir del liceo, en la maestranza Bignotti hnos. en ese lugar debía cumplir turnos de día y de noche, uno de esos turnos me brindaba la posibilidad de leer mucho, este periodo me sirvió para estudiar a cuanto autor llegara a mi mano. Por esa época comencé a comprar los primeros libros con los que inicié mi biblioteca, poesía principalmente. En fin, mucha lectura, sólo faltaba sentarme y ponerme a escribir de verdad. Ahí fue cuando los talleres y agrupaciones literarias fueron mi primer roce sociocultural.
Mencionas que tu primer roce sociocultural con la literatura fue a través de talleres literarios. ¿Qué significaron para ti esos espacios? ¿Cómo marcaron tu proceso de formación como escritor?
–Pasar de ser autodidacta a ser parte de un grupo de personas con las mismas inquietudes en el oficio fue el ejercicio necesario para complementar mis primeros pasos en la escritura y la poesía. Del poeta Yuri Pérez aprendí las primeras estrategias para la escritura de poemas. Paralelamente participaba del Centro Literario Anden, del Círculo de escritores de La Cisterna y finalmente del Ateneo de San Bernardo. Este tipo de experiencias para un escritor siempre son positivas, este roce hizo en mi tomar en serio el oficio. Luego de algunas participaciones en las antologías y revistas anuales de estos maravillosos grupos de escritores, de forma muy tenue se empezaba a asomar la palabra publicación, el amigo José Ramírez hizo las gestiones y con un político de la época consiguió los recursos para publicar mi primer libro, el cual me ayudó a sobrevivir a la maravillosa bohemia de Valparaíso.
Tu primer poemario, Sombras de Valparaíso, fue publicado en 2001. ¿Qué motivaciones y experiencias personales inspiraron este libro?
–Estos versos son las impresiones de mi encuentro con el puerto de Valparaíso, las calles, los barcos, las personas, una especie de homenaje. Este poemario posee la calidad de un poeta inicial y adolescente, con imágenes simples y con un lenguaje plagado de lugares comunes. En mi trabajo como evaluador de proyectos este libro sería desechado por la falta de oficio que se desprende de él, no tendría cómo salvarlo. He pensado la forma de hacer un ejercicio de recuperación para el futuro con estos versos. Es un libro que peca de ingenuo y falta de rigurosidad.
En 2009 fundaste la Editorial Caronte con la publicación de Claveles. ¿Qué te llevó a convertirte en editor literario? ¿Qué buscabas con este proyecto?
–Con mis amigos de Ediciones La Cáfila, en Valparaíso, aprendí todo lo que va entorno a la publicación de un libro, diseño, diagramación, maquetación e impresión, el trabajo de editar se fue refinando de apoco. Casi todos mis libros lo he publicado por Caronte, de apoco se dio la posibilidad de editar y publicar los libros de amigos escritores.
El terremoto de 2010 coincidió con un cambio importante en tu vida, cuando te instalaste de manera definitiva en Punta de Tralca. ¿Cómo influyó esta localidad en tu trabajo literario?
–Valparaíso nos despedía la madrugada del 27 de febrero del 2010 en medio de la celebración nos encontrábamos en el noveno piso de un edificio del cerro Cordillera. El terremoto nos recordaba la fragilidad del ser humano.
Punta de Tralca es una localidad de El Quisco que está junto a Isla Negra, mi mujer es nacida en esta zona y volvía a su lugar, por ende para nosotros este lugar no era desconocido.
Inevitablemente el museo del poeta Pablo Neruda es el escenario y la atmosfera de un ser que dialoga con uno desde el oficio, el paisaje brinda el frescor necesario para desarrollar la escritura.
No es la localidad, la poesía hubiese estado presente en San Bernardo, en Valparaíso o en Punta de Tralca, en cualquier lugar. Acá inicié mis talleres y comencé de apoco a darme cuenta de que no era el único, hay muchos autores que han elegido esta parte de frente al mar.
Has dictado talleres literarios en diversos lugares, desde El Tabo hasta Isla Negra. ¿Qué importancia le das a la enseñanza de la poesía? ¿Cómo ha sido tu experiencia trabajando con jóvenes poetas?
–La escritura de poemas requiere de espacios donde practicarla y reforzarla con profundidad, el único lugar es en un taller. Aquí se da la tranquilidad de estar con personas en la misma sintonía, algunos en estado inicial y otros bastante avanzados. Con las personas jóvenes siempre es buena la experiencia puesto que este oficio no es de gusto masivo y quienes desean cultivarlo poseen un germen que por esencia los hace distinto al resto. No recuerdo quién decía que para ser poeta había que estar loco, no siempre se sale bien parado de esta experiencia.
¿Cómo ha influido la paternidad en tu escritura? ¿De qué manera tus hijos han modificado tu manera de concebir la poesía y la literatura?
–La paternidad en mí sólo ha hecho que me ponga aprensivo, quizá un poco miedoso por la posibilidad de que algo les ocurra y no pueda estar presente. De pronto los poemas de hoy se conectan un poco a esta condición. Ha estado rondando la idea de lo implacable del paso del tiempo, algunos versos ya han sido registrados para su futuro trabajo de edición.
No existe en mí la necesidad de dejar un registro de esta parte de la vida para que en un futuro se den el trabajo descubrir como el papá o el abuelo escribía poemas.
En el año 2016 publicaste Poema decente, un libro que pretendía ser novela. ¿Qué te impulsó a incursionar en la narrativa después de varios años dedicados a la poesía?
–Digo que pretendía ser novela porque si bien estructuralmente podría ser considerado novela, pero lo que más se denota en este texto es el lenguaje utilizado y el uso de imágenes que no deja de ser poético y bueno, el título también. Existía, en mis inicios, el diálogo en tertulias con amigos poetas el comentario y conocimiento de lo que cada uno estaba produciendo. Siempre quedaba en la atmosfera un aire de inconformidad, una sensación de derrota, de que aún en ninguno de nosotros estaba la conformidad literaria; todavía nadie podía atribuirse la creación del tan buscado poema decente.
Fuiste parte del jurado del Fondo del Libro y la Lectura en la línea de talleres literarios y poesía. ¿Cómo ha sido esta experiencia y qué has aprendido al evaluar los proyectos de otros escritores?
–He oído muchas veces que este tipo de concursos está arreglado y que los bendecidos con estos fondos son los mismo de siempre, amigos de los jurados. De los años que llevo en estas labores puedo dar fe de que se hace con rigurosidad y seriedad, nunca he visto nada que linde en lo irregular o sospechoso.
Ser jurado del Fondo del Libro y la Lectura es una experiencia interesante, en este ejercicio es necesario determinar la existencia de oficio en los proyectos que postulan, luego se debe indagar en las técnicas y temáticas.
En el género poético hay autores muy buenos, pero también hay otros que requieren un trabajo importante de edición que únicamente se lo da la dedicación y constancia. En fin se confirma que los talleres literarios y de escritura son muy necesarios, hay claves esenciales que solo se obtienen en el taller de escritura.
En 2017 publicaste la antología poética Brevísima relación de mi tránsito y quedada en este Litoral de los Poetas. ¿Cómo describirías tu relación con este “Litoral de los poetas”? ¿Qué significa para ti vivir y escribir en esta zona?
–Mario Barahona y Luis Merino son un par de poetas de El Tabo y Las Cruces que en su porfía de trabajar por la difusión de la poesía en esta parte del país ha desarrollado una serie de actividades en torno a esa maravillosa empresa. Ellos crearon un proyecto que contemplaba la publicación de libros de varios autores del litoral, al que fui invitado. De ahí salió esta selección de poemas.
Respecto de mi relación con este Litoral de los poetas, como bien dijera el amigo David Bustos, en su pasada por esta zona, el Litoral de los Poetas es más que un simple letrero de MOP; ante esta acertadísima idea por supuesto que yo iba estar muy de acuerdo. Conocemos los motivos y los nombres de quienes hacen que esta geografía sea conocida así, pero ya no es así. Para comprenderlo es justo dar cuenta y reconocer el paso del tiempo, las tecnologías de la comunicación y la inevitable explosión demográfica que ha logrado hacer de apoco que el resto de las artes encuentren su espacio en esta parte de la orilla de la región. Hoy debería ser conocido como El litoral de todas las artes.
En 2021 pensaste en la creación del Premio Municipal de Literatura de El Quisco, que ya va en su segunda versión. ¿Qué te motivó a fundar este premio y qué significa para la comunidad literaria local?
–Años antes había logrado crear y colaborar en premios municipales de literatura de Algarrobo y El Tabo, mi idea de crearlo en El Quisco fue bien recibida por quienes pueden hacerlo posible y esto de que se esté preparando su segunda versión da cuenta de que la versión anterior tuvo buenos resultados. Es absolutamente necesario reconocer y mostrar la obra de los autores del litoral. Estaba en mí el conocimiento de los premios municipales de San Bernardo, de El bosque, de Santiago, de Valdivia y otros que han ido apareciendo y desapareciendo. Acá logramos hacer reconocimiento a autores de la provincia y de la comuna, una experiencia que espero perdure.
Tu libro Manual de carpintería ganó el 31 Premio Revista de Libros de El Mercurio en 2023. ¿Qué sentiste al recibir esta distinción y qué lugar ocupa este libro en tu obra?
–Este libro nació en pandemia y tuvo el tiempo suficiente para hacer de él un libro de poemas hecho con rigurosidad y dedicación, he aprendido a dedicarle tiempo a la escritura, sin la presión ni la obsesión de la publicación ni el reconocimiento, no lo necesito.
Al ser notificado del premio pensé inmediatamente en cuáles habrán sido los colores, las luces, qué habrá sido aquello que al jurado les hiso destacar mis versos de los del resto de los colegas poetas, que para este certamen son muchos. No lograba dimensional el nivel de exposición de este reconocimiento que a veces me avergonzaba. Soy un tanto bajo perfil, ni mis estudiantes sabían de este oficio, los más hábiles eran capaz de googlear y descubrirme.
En poco tiempo más se cumple un año de esta gracia literaria que por supuesto me enorgullece.
Has transitado desde la docencia como profesor de Lengua y Literatura hasta ser director de un establecimiento educacional. ¿Cómo ha sido esta transición? ¿Cómo afecta esta responsabilidad a tu práctica como poeta y escritor?
–El año 2016 hice un reemplazo en el liceo y al año siguiente ingresé como profesor de lengua y literatura, al respecto existe una visión muy distinta al ser además escritor, las estrategias de encantamiento hacia la lectura y la escritura aparecen de primera mano, la teoría es adaptada fácilmente a la práctica, la pasión por el oficio y el contexto de producción cobran una importancia esencial. Este año, de manera circunstancial, asumí como director subrogante, ha sido un desafío interesante del que aún estoy en proceso de aprendizaje.
La afectación se da en el ánimo que queda después de la jornada, afortunadamente tengo un día en el que dicto un taller y me ocupo de no alejarme tanto del oficio.
Tus talleres literarios han sido parte importante de tu labor creativa. ¿Qué consejo le darías a los jóvenes escritores que están comenzando en el camino de la poesía?
–El oficio escritural es algo serio que respeto como una religión, conociendo también lo inútil de esto. La poesía no es para conquistas amatorias, ni para pasar por intelectual, menos para ganar concurso y menos, pero mucho menos para alcanzar fama alguna. Quien quiera vivir de esto u obtener algo, siendo poeta, y que dependa de otros, está equivocado de oficio y es mejor que se retire y no lo intente más, porque se llenará de momentos ingratos, decepciones e incomprensiones vanas que lo volverán un ser despreciable.
En varios de tus libros, como Claveles o Tolstoiano, se percibe una profunda reflexión sobre la vida cotidiana. ¿Cómo logras integrar las experiencias comunes con la búsqueda de una profundidad poética?
–El ser humano vive a un ritmo que no le permite ver aquello que está en su propio cotidiano, una cultura acostumbrada a mirar siempre para afuera. Merodear al interior de uno mismo hace que se pueda apreciar eso que ha estado ahí siempre olvidado por descuido, por atarantamiento o por torpeza, pero nunca por desidia. Todas las personas del mundo poseen una caja con fotografías olvidadas y al encuentro casual con ellas nace inevitablemente esa bella necesidad de pasado que conocemos como nostalgia, cuando esa emoción aparece el poema está más que logrado. De ahí mi afición por los poemas breves y la cultura japonesa, como se puede apreciar también en mi Manual de carpintería.
La beca de creación literaria que recibiste en 2008 del CNCA marcó un hito en tu carrera. ¿De qué manera estas ayudas fomentan el desarrollo de la poesía en Chile?
–En la actualidad estas ayudas colaboran indudablemente de un modo específico; cuando una entidad conocida como editorial independiente logra algún tipo de convenio con el autor y ambos consiguen la publicación de la obra y de alguna forma la distribución de este trabajo. Afortunadamente la proliferación de ferias de libros ha ayudado grandemente en que este tipo de obras esté presente en estos maravillosos estantes que se mueven en todo nuestro país.
Para mí este tipo de premios de cierta forma dan cuenta de que hay oficio, existe algo que pareciera se está haciendo bien. Si bien son una ayuda, no son la razón por la que se deba escribir.
El taller literario Morada de hechiceros en El Tabo tuvo un impacto notable con la publicación de tres antologías. ¿Qué recuerdos guardas de esos años y cómo consideras que evolucionaron tus talleres a lo largo del tiempo?
–Para todos los talleres que he creado ha sido necesario un proceso de convencer a las personas que deciden si es posible o no la realización de estos, luego los balances y evaluaciones son siempre positivos. Cuando estas personas que escriben pensamientos logran hacer que estos textos se vuelvan versos maravillosos, cuando estos mismo, ahora poetas, participan de manera activa en las pocas actividades literarias que se desarrollan en El Quisco y El Tabo, está más que cumplida la tarea.
Respecto de las antologías, la única forma de dejar registro de lo desarrollado en un taller de escritura literaria debe ser necesariamente una publicación, por suerte con Caronte puedo hacer que esta gestión sea fácil de ejecutar.
La poesía chilena ha tenido un lugar destacado en la historia de la literatura mundial. ¿Cómo ves el estado actual de la poesía en Chile y qué lugar ocupa en él tu obra?
–Veo que la poesía chilena actual goza de buena salud, he sido testigo del apoyo de autores consagrados colaborando con autores jóvenes, la Fundación Pablo Neruda ha sido una institución esencial, junto con los talleres que puedan existir a lo largo de nuestro país son el gran semillero y faro de la poesía nacional. La tecnología y las redes sociales ayudan considerablemente en difundir cualquier trabajo artístico. La poesía no es ajena a esto y la vitrina de lo que uno quiera está hoy en la palma de la mano.
Mirando hacia atrás, ¿cuál consideras que ha sido el mayor desafío en tu trayectoria como poeta, editor y docente?
–Lo importante de los desafíos son los resultados, como nunca he esperado nada externo respecto de mi trabajo poético no he necesitado sortear ningún desafío, participar en certámenes es parte de la labor de cualquier escritor, así como publicar, comentar otras obras y participar de lecturas de vez en cuando. Soy disciplinado en los trabajos de la escritura sin el afán de recibir nada de vuelta.
Respecto de mi labor como editor ocurre algo parecido, en Caronte puedo elegir a los autores con quien trabajar, con la mayoría de ellos existe un lazo de amistad y respecto de mi parte por la trayectoria y la obra.
Como docente hay variables socioculturales que uno debe enfrentar, el carácter y el respeto son importantes luego la poesía entra sola, el reconocimiento de la riqueza de nuestro lenguaje es una herramienta útil y efectiva.
Para finalizar, ¿qué proyectos literarios o editoriales tienes en mente para el futuro? ¿Cuál es tu próximo reto creativo?
–Como reto editorial sólo tengo la antología del taller que estoy dictando para cultura de El Quisco. De todos modos siempre hay amigos en torno a la posible publicación de sus trabajos, pero no presiono, cuando estén listos empezamos y eso se da solo. De pronto sería bueno asociarme con alguien para crear una parte que no he considerado para Caronte, hablo de la difusión y la distribución de los libros que publicamos.
Acerca de lo creativo, tengo al menos tres cosas en mente, retomar mis dos primeros libros y hacer nuevas versiones de estos, sería una especie de Ejercicio de Reescritura, lo segundo es una serie de poemas que ya inicié en torno al paso del tiempo y por último una serie de cuentos y textos narrativo de los cuales tengo pendiente la tarea de retomar y darle la una forma definitiva.
Juan Eduardo Díaz (San Bernardo, Chile, 1976): Es profesor de Castellano, editor, narrador y poeta. Dirigió el taller de poesía para jóvenes en la Casa Museo Isla Negra de la Fundación Pablo Neruda. Ha publicado los poemarios: Tolstoiano (2021), Brevísima relación de mi tránsito y quedada en el Litoral de los poetas (2017), Instantáneas {esto ha sido} (2013), Claveles (2009), Del diario de Teresa y Sylvia (2005), Ángeles ebrios (2002), Sombras de Valparaíso (2001). Con la obra Manual de carpintería resultó ganador del 31° Premio Revista de libros (2023). En narrativa publicó además Poema decente (2016). Actualmente dirige talleres de escritura literaria y ejerce la docencia en El Quisco.
Ernesto González Barnert (Temuco, 978). Poeta, cineasta y gestor cultural. Su obra poética ha sido reconocida con el Premio de Poesía Infantil de las Bibliotecas de Providencia [2023], Premio Pablo Neruda de Poesía Joven [2018], Premio Nacional de Poesía Mejor Obra Inédita [2014], Premio Nacional Eduardo Anguita [2009], Mención Honorífica del Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press [2020] entre otros premios, becas y concursos de índole poético. Licenciado en Cine Documental de la Universidad Academia Humanismo Cristiano y Diplomado en Estética del Cine de la Escuela de Cine de Chile.
Productor Cultural de la Fundación Pablo Neruda. Reside en Santiago de Chile.
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