Por Alejandro Banda
Partiré con una cita al libro Popol Vuh: “No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia. Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche”.
Nos cuesta pensar en ese momento anterior a la vida y bisagra del tiempo. Nos cuesta situarnos en la cesura, en la pausa de un verso, y asumir que del otro lado del abismo hay o habrá de qué agarrarse, porque no lo sabemos. El poemario Después de la nada (2023) abre esa posibilidad de contemplar ese momento donde no estaremos, donde el ser que alguna vez fue eyectado ni siquiera pasó a otro plano, simplemente se convirtió en comida escatológica para las últimas y primeras cucarachas. En estos capítulos de prosa poética, nuestros restos, y luego, la nada que quede de ellos, será un paisaje sin existencia humana alguna, incluso, sin existencia del reino vegetal. Nada. Oscuridad y sombras que también irán desapareciendo. Es aún más desolador, por tanto, que el inicio del Popol Vuh donde al menos estaba el cielo, el mar y el agua en reposo, y bajo aquella aguardaban algunos dioses, que a su vez eran grandes pensadores y sabios. Después de la nada nada habrá y este haber que desaparece, este proceso del verbo primero que deja de existir, que deja de ser, será descrito sin desmesura por la voz poética del testigo imposible que construye Carolina Cárdenas. Logrando una obra lírica estructural y discursivamente distinta a la de su anterior entrega, el poemario Caen cenizas sobre la ciudad donde el sujeto hablante se vincula, a tal punto, con los horrores del paisaje urbano e inhumano descrito, que se fragmenta y desaparece con él. En este poemario, en cambio, la voz poética enuncia sin desaparecer en ese y con ese dolor, venciendo esa imposibilidad de convertirse en la testigo en primera línea de la debacle humana total de la civilización, logrando así entregarnos cada detalle con la elocuencia de la pérdida, del despojo total y durable, como si se tratara de la primera fuente y única testigo de esa aniquilación. ¿Qué sucederá después de la crisis total, tras este capitalismo en etapa terminal? Y, más allá, ¿qué sucederá cuando no quede nada ni nadie en pie? Después de la nada describe aquello que sí somos ahora capaces de imaginar, tras su lectura, si seguimos así no quedará en presencia, ni en recuerdo, ni en residuo alguno, ni en ecos de lo que hubo, ni en el vacío de las ruinas arqueológicas, nada del resto de aquello que alguna vez fuimos. Porque no hay vida después de la vida, porque lo hemos condenado todo.
“Ya ni las sombras colgaron del techo infinito […].
Entre lo incierto y el vacío ni siquiera la gran nebulosa palpitaba.”
(Cárdenas, 2023, p. 77).
Sartre postula que la nada también habita el ser, porque es el ser quien envuelve a la nada, así le es constitutiva, no ajena, por ello la nada es parte de su finitud. En cambio, para Heidegger, en simples palabras, es la nada la que rodea al ser. Este libro traducido del español al alemán en esta edición de la editorial independiente Conunhueno; que acaba de ser publicado en Valparaíso, Chile. Esta obra es de una prosa poética impecable, capaz de transmitirnos desde el título su unidad temáticamente clara y específica, para nada sugerente, porque el libro está a la altura del tema tratado y qué difícil referirse a la nada y salir adelante; lo que usted leerá es esto y no otra cosa, porque después de la nada no hay ni habrá otra cosa, porque esa destrucción que nos causamos fue tal, que no quedó ni siquiera la huella. Por eso Después de la nada a la vez, desde el significado, es una pequeña pero esencial llama de conocimiento, “memoria de luz” que titila envolviendo a la nada para describirla por última vez y de una belleza tal que entendemos que solo la poesía podría lograrlo, porque sin duda no hay otro modo de pararse en la nada y poder describirla. El discurso lírico de Cárdenas narra esa condición tras la derrota global, esa pudrición efervescente, donde salvo por la sangre derramada el paso a la oscuridad es total. Y en esto nótese que Cárdenas tiene piedad con nosotros, porque nos permite ver el final sin perecer en él, aquel final, ese que suponíamos no existía, y nos permite ser testigos de nuestro fracaso como especie al haber destruido el mundo. “De las columnas de palabras y letanías no quedaba ni un eco de las ruinas” (p. 77).
De esta manera, al menos como lectores/as, Cárdenas nos permite quedar de pie y leer para contarlo, quizás para pensarlo, porque, tras la lectura la reflexión queda y se extiende donde la tristeza ya no sirve, y observarás lo que vendrá después y misteriosamente disfrutarás el contemplarla, sabes que la nada no podría ser cantada y enfrentada de otra manera, y lo puedes decir, aún, y lo puedes verbalizar, oración tras oración mientras lees esa versificación en cadena y con término, como quien tiene algunos días antes de la condena, porque sabrás que la nada aun no te rodea por completo. Se puede llegar a pensar que la nada que hay dentro de cada cual de alguna forma pueda ser ese antídoto, esa duración dentro del tiempo, esa “capsula de aire” que nos permite vivir.
Este discurso lírico que se compone de 35 piezas cada una con su respectivo y conmovedor título, no tiene el propósito de convertirse en una sentencia y menos en una advertencia, es más, no posee predominio absoluto de alguna actitud apostrófica desde la voz lírica para tensionarnos. No, nada de eso, no hay rastros de nada conativo. Seguramente, no nos enrostra nada porque ya no hay tiempo, no lo hay, ni juicios de valor, porque son intrascendentes en el presente del enunciado. Y eso es lo que nos asusta. Como en un cuento de la misma autora, donde el sujeto no se ha dado cuenta de que ya está muerto. El problema, nuestro problema, es que acá, el fin descrito y su después, es el fin de toda la vida humana como la conocemos. Si algo ha quedado, son tan solo las alimañas de la noche que han devorado nuestros restos.
Pienso en el bosque oscuro donde Martín Heidegger se retiró a escribir. Y si pienso en Chile, pienso en Mahfúd Massís y su poemario Las bestias del duelo, o en su cuñado, Pablo de Rokha y su angustia universal. Y en esa reflexión intertextual, es cuando recuerdo esos versos de Ximena Rivera que alguna vez memoricé: “No caeré en la nada cuando Pepe muera. Mas veré en las cosas un veneno que no terminará de extinguirse. No caeré en la nada” (Rivera, 2013, p. 68). Pero no, no, porque Carolina Cárdenas en esta necesaria entrega logra salir del yo porque debe salir del yo y tomar una prudente distancia. Porque esta nada, aquí, la de estas hojas, no permite su presencia ni la de cualquiera de nosotros/as. Ya es tarde, ya no hay vuelta atrás, en este libro todo es después, después de la nada.
Carolina Cárdenas Jiménez: Narradora, poeta, columnista, docente y editora colombiana. Licenciada en Humanidades con énfasis en Lengua Castellana. Postgrado en Creación narrativa de la Universidad Central. Fundó la revista literaria Gavia de la Universidad Distrital (2005), la cual dirigió y editó. Becaria (Universidad Central) del Diplomado en Creación Literaria (2006). Becaria (IDARTES) del Taller de Novela Ciudad Bogotá (2015). Después de la nada (2023). Caen cenizas sobre la ciudad (2021). Finalista en el Concurso de poesía Nueve editores con la obra Después de la nada (2021). Premio Internacional de Poesía, Rostros para autores con un rostro. Accésit, con las obras Ninguna tierra me habita Y sin embargo soy (2018). Ganó el concurso de cuento Estímulos a la Creación Artística (2006) con el libro Parajes inesperados. Ganó el segundo puesto en el Concurso Nacional de cuento El Túnel (2011) con el texto A la deriva. Finalista en el Concurso Nacional de Cuento La Cueva con el texto Mañana será otro día (2012).
Alejandro Banda (Valparaíso, 1976). Poeta chileno y mapuche. Profesor de Castellano e investigador. Magíster en Literatura Chilena y Doctor en Literatura Hispanoamericana Contemporánea (UPLA), Becario CONICYT (2018-2019). Investiga en narrativa los sujetos ficcionales devastados de posdictadura y en poesía los imaginarios urbanos y sociales. Dirige como investigador el “Estudio de las antologías de poesía de Valparaíso (1968-2018)” (Fondo del Libro 2022). Es socio SECH y Parque Cultural de Valparaíso ExCárcel. En 2014 obtiene la Beca Creación en Poesía (Fondo del Libro) con el poemario Kurü Huemul, donde describe la pérdida de su identidad étnica. En poesía ha publicado Felice (1998), Ocurro (2000), Poemas para separarse (2003), Bajo Mar (2006) y, recientemente, Puerta al fuego. Poemas inconstitucionales (2023). En narrativa los libros de cuentos Moscas (2017) y Jibias (2018). En 2004 obtuvo el 1er Lugar en los “Juegos Poéticos de Primavera” (SEV), con el poema “Piedad distinto de olvido” (2004). El año 2017, con el texto “El reloj de mi padre”, alcanza el 1er galardón en el Concurso “Valparaíso en 100 palabras” (2017).
Comments