Por Eleonor Concha Venegas

El autor nos ha compartido su texto inédito El varamiento, poemas de verso libre que contienen una idea de la muerte y del tiempo que pasamos a presentarles, en esta nueva entrega de este poeta que ya tiene dos libros a su haber, Hexagramas (2019) y Deshabitaciones (2020).
Este texto contiene cinco cantos, que podemos definir así no sólo por la estructura del poema, sino que por la belleza del símil de la categoría “canto” con la forma en que las ballenas se comunican entre sí, puesto que son las ballenas varadas quienes finalmente hablarán en el ejercicio de su decisión irrevocable de morir. Ellas cantan su transición a la muerte.
Es así como el poema cambia lentamente la forma en que el hablante se expresa, de un observador neutral que ve las ballenas varadas como “un bosque de piedras turgentes”, va mutando el hablante hasta ser la propia ballena o el conjunto de ellas las que se indignan frente a la intromisión del hombre, pequeño ser que se encuentra en el estado de total imposibilidad de comprender la partida de los cetáceos varados, como tampoco pueden entender una mínima parte de sus vidas.
Es así como en el juego permanente que existe entre Eros y Tánatos, la ballena rememora su paso por la vida, sus pasiones, los mares que vio y recorrió, sucesos que le configuran hasta el momento en que lo mortuorio finalmente gana. El hablante primero da luces de este éxito de la muerte cuando compara las espumas del mar que debiera contener a las ballenas, a los arreglos funerarios en que ha devenido el varamiento o, cuando señala como aquellas copulan involuntariamente con la muerte, sin embargo, el varamiento sucede como algo voluntario, es la entrega al proceso y el silenciamiento progresivo del hablante lo que lleva el carácter de lo opcional, por eso, aquella puede suceder sin conmoción, aun en la presencia del testigo-hombre, extraños que luchan por salvar de su final al hablante entregado a su propia descomposición y borronamiento, en aquel proceso interno de convertirse en silencio.
En el texto hay por último dos definiciones de estados del tiempo, el pasado y el futuro, pero nada hay del presente, ausencia que conmociona, como lo hace finalmente la partida del hablante, partida que deviene en la promesa de –a pesar de todo- permanecer.
EL VARAMIENTO
I
Las mareas paséanse involuntarias por la playa
un viento tenue copula con las arenas
con todas ellas, las ballenas recostadas en sus inmensidades
agonizan una a una.
La muerte es individual, sea un holocausto o un simple
grano de arena disolviéndose de la roca y sus órganos
los ojos se te apagan desde dentro quedamente
sin conmoción: silencio, oh! Silencio.
Sobre la playa, formando hileras de árboles semiinválidos
las ballenas se acuestan a copular involuntariamente con la muerte
mientras un viento arrastra espumas como arreglos funerarios.
Los gaviotines se cuelgan del oleaje del cielo
unos últimos pájaros alejándose en la melancolía
escudriñando aguas de australes habitantes
rendidos a la persecución de las conscriptas de la muerte
testigos sinuosos del silencio: en el cielo como en la tierra y el mar.
Una australidad infinita domina el avance precario de los cetáceos
Aún recostados contra el oleaje de los confines
Someros animales resoplando espumas
Eternizan un paisaje: varados como un bosque de piedra turgente.
II
El oleaje que inunda el fecundo mar
ese somos nosotros, ese soy yo
la invención de la vida en el útero oceánico
el trasvasije del tiempo a memoria
la encarnación de la eternidad en un hálito
la sangre caliente de un fósil
la lectura de su piel nueva
Aquí varados, aquí enquistados en este resumen de arena
visitados en un estertor por unos simples hombres
como si las cerillas supieran
que nacieron del abuelo de los árboles, aquí amarrados
a la existencia, unos y otros, atados al destino fugaz
a la convivencia fugitiva del que viene y el que se va.
Del que se abandona, ya pleno de toda una vida
ya final del derrotero, junto al efímero humano,
que gasta su breve ardor en una música
que no le concierne ni puede interpretar.
¿Creerán que sus misericordias salvarán un solo
pensamiento de este viaje? ¿se jactarán de oír la música que navegamos?
Ellos, que gruñen el dialecto de la selva
El tambor de guerra que pulsa en su pecho
la locura sapiens que sueña el antropófago.
¿Qué crees, animalito?
Hubo una mañana. Gaviotas después de una tormenta
un mundo en estado de gracia
un mundo perenne y absoluto
sin rey ni dominio
librado a la conciencia del azar
ese soy yo.
III
Piensa en la densidad del ser
comienzas un viaje, un único destino
ojos cerrados en un mundo sonoro
un viaje larguísimo, sin esquinas
una errancia en el vaivén de la existencia
navegas un océano de tiempo
contra la marea de la muerte
sabes qué es el pasado?
Una tumba por descubrir.
Y el futuro? Una potencia hinchada
Tú estás hecho de miedos y culpas
Imagínate otro: me ves?
Soy una molécula superlativa
acostada aquí, delirio del estertor
un ectoplasma oceánico
padeciendo una vida sin raigambre
examina mis estigmas, mis latidos
examina mis ojos viejos y videntes:
tentáculos, fosas de fuego, abisales
la rompiente espumosa del coral
el anochecer gélido del Mar de Barens.
Ves todo, pero no al mismo tiempo.
Verás todo, pero debes cerrar los ojos.
IV
Un tiempo para circunnavegar
memorias flotantes como medusas
un hundirse abisal
hay días así
tanteando peligro depredador
agitado por el instinto
buscas compañera
buscas compañía
sumas y restas en un pizarrón digital
Tiempo de crecer en movimiento perpetuo
hibernar es preludio de muertos
dormir es taparse con el sueño
ni siquiera pensar es vivir
Tiempo de moverse en el espacio
sideral de un acuario
tú eres ese acuario
pero también eres el movimiento.
Hay un tiempo para seguir
Hay un tiempo para partir.
V
Soy un reloj de arena recostado en una playa
soy la intemperie de la vida
el día desollado por la luz
antojo de estertores
quedarse en la orilla
unos últimos pasos interiores
en los rescoldos de la respiración.
Varados a la costa de la muerte
acompañados por los funcionarios de la tierra
rituales del abandono.
Después que nos vayamos
seguiremos aquí.
Luis López (Santiago, 1965): Desde mediados de los 80´s participa en el ámbito literario. Integrante de los colectivos poéticos EnOtra, Piño Choroy y Pebre´s Sessions. Ente los años 2018/2021 participó en el Cómité Organizador del Festival Internacional de Poesía de Santiago (FIP-Santiago). Ha publicado Hexagrámas (2019) y Deshabitaciones (2020). Varios de sus textos han aparecido en antologías y revistas literarias.
Eleonor Concha Venegas (Santiago de Chile, 1972). Abogada de la Universidad de Chile, Magister en literatura chilena e hispanoamericana en la Universidad de Playa Ancha (2022). En el año 2016 publicó su primer libro de poemas con RIL Editores cuyo nombre es Par de Dos, el año 2018 publicó con Mago Editores su segundo poemario llamado Viceversa, y en el mismo año recibió el primer premio del concurso nacional de poesía Oscar Castro, con el poemario El dolor de los huérfanos. El año 2021, se lanza una nueva edición del mismo libro, esta vez por Mago Editores, parte de la colección poeta Raúl Zurita y a la vez, en la misma casa editorial, publicó el libro Nosotros, los suicidas, en la colección Escritores Chilenos y Latinoamericanos.
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