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EN LAS ENTRAÑAS DEL MAR, DE KANGUIMBU ANANAZ

 

Titulo original: Nas entranhas do mar. Poesía.

Traducción Larissa Gonçalves Menegassi e Ignacio Rivera Pallante. Editorial Puntángeles, Valparaíso, 2023.

 




 

Por Eleonor Concha


La obra de Ananaz contiene el vaivén marino del Océano Atlántico, sus aguas conectan, no sólo las tierras que le limitan, sino que los cuerpos de los habitantes de las márgenes marinas. Es esta conexión de agua y sal, la que une los espacios angoleño y brasileño, sus habitantes se hermanan en este origen común, en el rapto perpetrado por los hombres y que hoy sigue causando extrañeza en esta humanidad donde la vastedad del planeta no es suficiente para la codicia de algunos pocos.


Los textos de Kanguimbu contienen esa lucha, por un lado, los hombres que han violentado a la mar, a la diosa que nutre y contiene, a la mujer y a sus niñas, todas ellas retratadas en las mariscadoras, mujeres que tradicionalmente se gobiernan a sí mismas, que se alimentan, que se nutren sin necesidad del otro masculino y violento. Sin embargo, también sus textos refieren a un otro masculino, al que guarda afecto, y al que le habla directamente en uno de los primeros poemas, nos referimos al poema de la página 22 del texto que refiere al Dr. Geferson Santana, el escritor de Mar grande (Río de Janeiro: Editora Multifoco, 2017), una novela situada en el mismo océano que le conecta con la hablante y que habla de un poblado donde las otroras mariscadoras y artesanas deben trabajar como empleadas domésticas por haber sido depredado su entorno por una hidroeléctrica, en este poema la hablante transforma en verbo su nombre, le “Gefersona” para poder desvendar el brillo en las entrañas de la piel negra, es una declaración de afecto a aquel que se conecta con sus propias raíces y que no olvida “la ola de raíz matriarcal” que el poema contiene, y que simboliza a la vez a todos esos jóvenes cuyos cuerpos se ven bañados en aquel océano de ternuras. Una referencia que sólo es posible comprender, tras la curiosidad que despierta aquella invocación a Santana, que en mi propio universo, bien podría ser Carlos Santana y su música cuyas raíces están profundamente ligadas a la morenidad, sin embargo, el prefacio del texto, escrito por el mismo autor, nos saca rápidamente de cualquier posible error, siendo este el que cuenta para los lectores de los dos libros, como aquellos se hermanan por esta comunidad oceánica, al retratar la sonoridad afectiva de las memorias de aquel Atlántico que les une.


Debo señalar que la mirada que puedo tener de los poemas de Kanguimbu tienen que ver con mi propio ethos, con mi propia cultura colonizada por otra lengua, la española, pero que de todas formas comprende, ve y siente, el espacio intersticial de la rebeldía en la poesía de este libro.

Me es necesario entonces leer en voz alta, no sólo el texto traducido al español, sino que el original en un portugués que apenas balbuceo, pero que me conecta al habla de Kanguimbu, quien muchas veces no lee, sino que canta los versos que se ponen a sus pies, como lo hiciera con mi poema Miedo.


De esta manera, puedo comprender que el hablante lírico es parte y espectador al mismo tiempo del juego de roles en que hombre y mujer se enfrentan, generándose una rebeldía potente y originaria en sus versos. El corte de las frases, los silencios que devienen en una musicalidad que la traducción retrata, aunque algunas referencias se puedan perder ante el lector impotente de historia, sin embargo, se siente la invocación a la Diosa del mar, a las mujeres con quienes se hermana la autora, al amor que le une con las otras mujeres alejadas, robadas, desde la propia África, en estos intersticios donde se conquista la tierra ultra mar conectada a través de la misma palabra, aquella dejada por los colonizadores portugueses.

Negra marisquera

El azul brota

Borde mar

Mi alma y la tuya

Habita en el atlántico. (p. 27)

 

A pesar de que esta lectora es habitante del Pacífico, frío y hostil, aunque de belleza inconmensurable, los versos de Kanguimbu penetran en mi memoria, es mi infancia la que se conecta con las imágenes de las mariscadoras, mi abuela y mi madre sacando mariscos para el almuerzo, conectadas con lo oceánico por sus saberes de mujeres sobrevivientes al impacto de la pobreza, misma que se siente cuando la poeta señala: “marisquera a laburo / es dolor es sudor” pero que luego nos permite advertir como este contacto con la mar –femenina-, le entrega a la marisquera también cierta felicidad que se observa en sus sonrisas:

Marisquera mina Ángeles

Descienden manos callosas

Sonrientes entre manglares (p. 28)


Hay reminiscencias a las voces de los perdidos, voces que vienen de la tumba (p. 29) los ancestros que se conectan con los que aún permanecen a la orilla del mar, y que alimentan la poesía presente en las voces del pueblo, pero también está la decepción del hablante lírico cuando mira el mar que pudiere ser fuente de relajo y bienestar, pero que contiene además en sus olas silenciosas: [los] insultos escupidos / de los hombres”. (p. 26)

Esta conexión vital y ancestral, recorre el mar oceánico y llega al Amazonas, todo se conecta a través del agua, que es la que contiene la memoria de las cosas y de la humanidad, cuyos cuerpos al sumergirse en ellas dejan el dolor, el sabor y sus recuerdos. Así, el agua salada, contenedora de las lágrimas de la humanidad, y el agua dulce, del Amazonas, que contiene vida y alimento, se mezclan en el Atlántico y llegan como un rumor a las aguas angoleñas, el amanecer “… de versos transculturales” (p. 29) que reconoce esta común humanidad, en el útero lleno de vida del mar que les acoge.


Los versos de Kanguimbu, llegan a esta lectora como una reminiscencia de una infancia de veranos de mar, mariscos y pulgas de mar, recogidas de las manos de las mujeres de mi casa, pero también de mi padre, que intentaba todas las noches (infructuosamente) traer pescado a la mesa. El Pacífico, lleno de vida y alimento no es, sin embargo, el mismo mar del que habla el hablante lírico, puesto que, aunque su agua recorra este planeta y llegue, tarde o temprano a las costas angoleñas, simbólicamente, la cuenca oceánica del Atlántico, contiene algo que no tiene la del Pacífico (aunque en los hechos hubiere sucedido), que es el traslado forzoso de sus habitantes que aún reconocen la maternidad africana, es esta afrodescendencia la que es capaz de sentir y contener la memoria de sus pueblos a través del canto y de la poesía popular, y que cantan “…el sabor de la cultura” un tema que la poeta toca en este libro, si sabes dónde leer.

 

Enero, Santiago, 2024.


 

María Manuela Cristina Ananaz, seudónimo Kanguimbu Ananaz, es natural de Mocámedes, provincia al sur de Angola. Licenciada en Psicología, Magíster en Literatura en lengua portuguesa. Docente universitaria en la Universidad Metodista de Angola. Miembro de la Unión de Escritores de Angola, comentarista de Radio TV y diversos periódicos. Ha ganado diversos premios nacionales. Su obra abarca géneros como la poesía, los cuentos infantiles y obras científicas. Es autora de Seios e ventres, Seios do deserto, Pétalas rasgadas entre otros.


Eleonor Concha Venegas (Santiago de Chile, 1972). Abogada de la Universidad de Chile, Magister en literatura chilena e hispanoamericana en la Universidad de Playa Ancha (2022). En el año 2016 publicó su primer libro de poemas con RIL Editores cuyo nombre es Par de Dos, el año 2018 publicó con Mago Editores su segundo poemario llamado Viceversa, y en el mismo año recibió el primer premio del concurso nacional de poesía Oscar Castro, con el poemario El dolor de los huérfanos. El año 2021, se lanza una nueva edición del mismo libro, esta vez por Mago Editores, parte de la colección poeta Raúl Zurita y a la vez, en la misma casa editorial, publicó el libro Nosotros, los suicidas, en la colección Escritores Chilenos y Latinoamericanos.

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