Las extensiones
- a Marshall McLuhan –
La radio es la extensión de la voz.
El teléfono es la extensión del oído.
Y un trompo girando es la extensión del /movimiento.
El vinilo es la extensión de la música.
El martillo es la extensión del puño.
Y el puño la extensión de los dictadores.
Los muebles son la extensión de los árboles.
Y el árbol extensión de sus raíces.
La palanca es la extensión de la fuerza.
El pedal es la extensión del pie.
Y con estos pies de atleta he caminado el
/mundo.
La fotografía es la extensión del recuerdo.
Y en este recuerdo aparezco con amigos de
/infancia
en un remoto cumpleaños.
El televisor es la extensión de la vista.
La internet es la extensión de la realidad
Y la realidad es una ficción (como el cine).
La imprenta es la extensión del pensamiento.
La escritura es la extensión de nuestras
/biografías.
Con biografías se hacen libros.
Y el libro es la extensión de nuestras tragedias.
El cero es la extensión de la nada.
Y la línea recta extensión del punto.
El dinero es la extensión de la ambición.
Y la ambición rompe el saco.
Las bailarinas son extensiones de las flores.
El dibujo extensión de los paisajes.
Y tus ojos la extensión de este paisaje
posteado en mi ventana.
La sombra es la extensión de tu cuerpo.
Y hay sombras que huyen de su cuerpo.
Las amadas son la extensión del amor.
Los mares extensión de los ríos. Obvio.
Y las olas la extensión de tu vientre subiendo y bajando.
Las dunas son extensión de tus senos.
El resorte es la extensión de la suavidad
Como la suavidad de tu piel extensión de mis caricias.
El cielo de nubes rojas es la extensión de la pasión.
Y amantes somos extensión del deseo.
El destino es la extensión de los senderos que se bifurcan.
Y la Historia la extensión del Gran Teatro Humano.
Paráfrasis sobre el mito de Aquiles
No soy un rock star para ser una leyenda.
Mis historias son mínimas, cotidianas
y no pasan más allá de los bordes
de mi puto y querido barrio.
A Aquiles no le llego ni a los talones.
No me da el ancho para convertirme
en un mito digno de recordar,
sobre todo ahora,
que las flechas del tiempo
me están llegando por todos los costados.
Mirando una vieja fotografía
Aunque pasen los años,
aunque pasen los años,
jamás nos aburriremos
de mirar esta vieja fotografía,
en donde apareces
como a tus 17 años
en la plaza de tu pueblo
rodeada de tus compañeras de curso.
Porque tú, toda tú,
son como esas canciones
antiguas que nunca
pasarán de moda.
Y cada cierto tiempo
abriremos otra vez
el álbum familiar
para volver a mirar
esta vieja fotografía
como quien hace
sonar de nuevo
una canción.
Los fantasmas de la noche
El viento filudo del anochecer pasaba como un pequeño huracán por calle Nueva York, troceándose en dos pequeños sifones entre las calles La Bolsa y Bombero Salas, moviendo a su paso letreros de neón como panfletos en tiempos de dictadura. Era pasada la medianoche y hacía frío. La neblina, tipo londinense, difuminaba edificios y postes de luz como algunos cuadros de Monet. Ni un alma naufragaba por las calles de Santiago. De pronto, como reverberación, La Unión Chica enciende sus candilejas. Hay quienes no creen en los fantasmas. En la mesa de entrada estaba Jorge Teillier escanciando su vino.
El centauro
Con el fuerte impacto, una de las ruedas siguió rodando por inercia hasta detenerse sobre el asfalto. La otra fue a dar al ventanal de una botica de barrio. El hombre, de unos 23 años, era moreno y de ojos cetrinos. Su cuerpo yacía como un Cristo ensangrentado mirando el cielo sobre los maderos quebrados de su carreta. Su musculatura, fibrosa y tonificada, se formó desde sus 14 años cuando comenzó a tirar el carretón de verduras hacia la Vega Central. Mitad cuerpo, mitad carreta, atravesaba Santiago, al clarear. Dicen que se llamaba Juan. Yo creo que se llamaba Centauro.
Boris Hiche (Tocopilla, 1957): Premio de poesía Palabras Para el Hombre (1981), ganador del concurso Chile con mis Ojos (2008 y 2009), ganador del concurso de microcuentos en 100 palabras organizado por el diario El Ciudadano. Licenciado en matemáticas
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