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  • 13 Mirlos

DESDE LA HERIDA, DE MARGARITA BUSTOS CASTILLO


 

Por Gabriela Aguilera Valdivia


FOCALIZAR UNA FRACTURA SOCIAL QUE SANGRA Y DUELE EN LA GEOGRAFÍA DE LA MEMORIA


I.- RESISTENCIAS (EN RETROSPECTIVA)

Los textos literarios llamados políticos se han escrito desde hace muchos años, aunque al principio solo con el objetivo de denunciar. En Chile, por ejemplo, lo hicieron los escritores del Realismo Social.

En nuestro continente, desde fines de los años 50, hablar literariamente de Derechos Humanos se convirtió en un imperativo que se canalizó en las importantes corrientes y prácticas del non fiction, el testimonio y el neopolicial, entre otras. Allí se inscribe lo que llamamos el texto político con implicancias históricas, estéticas e ideológicas. Allí se inmortaliza la voz de los que fueron silenciados por agentes del estado. Un estado violador de derechos, instigador, encubridor y cómplice.

En estos textos, que la Dra. Susana Salim llama “memorialísticos” (buscando una conceptualización más abarcadora), están presentes el paradigma de la subversión (se combate la invisibilización de las víctimas del estado terrorista, las víctimas que son el Otro, la Otra, en posición de desmedro y vulnerabilidad), el paradigma de la subalternidad (la escritora, el escritor son parte de la historia que se cuenta y al mismo tiempo están afuera de ella) y el paradigma de la subjetividad (la escritora, el escritor escriben desde su propia individualidad, perspectiva, emoción y convencimiento, muchas veces usando un narrador en primera persona). Podemos observar estos paradigmas basales en uno de los libros precursores del rescate del registro memorialístico en América Latina: Operación Masacre, del escritor argentino Rodolfo Walsh.

Los escritores denominados “comprometidos” recogieron el registro historiográfico y lo mediaron literariamente con el objetivo de denunciar para colaborar en la búsqueda de justicia. Estas escrituras también eran actos de resistencia cultural, actos artísticos, gestos escriturales que podían costar la detención, el desaparecimiento (como le ocurrió a Walsh) y hasta la muerte. Los escenarios eran el libro objeto, la publicación restringida que pasaba de mano en mano y que burlaba la censura, la lectura realizada a viva voz en poblaciones y calles para luego huir. Vaya acá un reconocimiento al Colectivo de Escritores Jóvenes de fines de los 70 y 80 que se jugaron el pellejo por esa resistencia.

En los 90, desde los sectores dominantes insertos en el escenario farandulero de la democracia en la medida de lo posible, se alzaba la consigna de dar vuelta la página y la presión para el perdón, vestido también de justicia militar, sobreseimientos y amnistías. Una presión violenta dirigida a los familiares de las víctimas.

Recuerdo haber asistido a varios eventos literarios donde se discutía acerca del arte comprometido, la cuestionada vigencia del texto político, lo inoportuno de continuar escribiendo tales textos cuando ya no había dictadura, se estaban investigando los casos de violación a los Derechos Humanos y la mirada al pasado era visto como un retroceso cuando el país precisaba proyectarse hacia el futuro.

Coexistía con esas discusiones la reflexión acerca de la fractura nacional (la herida) que muchas y muchos sentíamos que estaba ahí, intacta, y que debíamos trabajar en profundidad ese trauma y sus consecuencias, tanto a nivel personal como social. Pensábamos que se trataba de un proceso sin plazos, con miras a obtener verdad, justicia y reparación para las víctimas. Un proceso doloroso que debíamos vivir y vivenciar, que se relacionaba con llorar, hablar, decir, escribir, comunicar esas historias, parte indisoluble de nuestra cultura. De lo que éramos. Somos.

Desde los 2000 empieza a verse y sentirse que escribir textos memorialísticos es una necesidad urgente. A los objetivos iniciales se ha sumado otro imperativo: integrar ese registro historiográfico literaturizado a una textualidad identitaria de la memoria. A los conceptos de verdad, justicia y reparación se sumó el compromiso de no repetición. La promoción de la educación en Derechos Humanos se convirtió en una meta, al igual que reivindicar una postura de defensa de tales derechos: inclaudicable, imprescriptible y no negociable. Las consecuencias de no haber hecho ese proceso en su totalidad y profundidad, manteniendo un sistema enraizado en la ilegitimidad y la violencia, ha dejado constancia palpable en el estallido social de 2019.


II.- PERSISTENCIAS

Muchas y muchos han combatido el olvido y la ignorancia acerca de los hechos ocurridos y sus consecuencias hasta el hoy. Periodistas, políticos, educadores, cientistas sociales, artistas diversos, entre los que están los escritores.

Un hecho que deviene en historia y que seguramente será imposible de asir en su totalidad, se funde con el lenguaje estético de la literatura y a partir de esa fusión queda escrito e inscrito. Posteriormente, se convierte en una herramienta para enseñar nuestra historia, la no oficial, con otros héroes y heroínas, otras conquistas y derrotas, otras épicas. Mostrar el país que nos duele ya hace tanto tiempo.

Para las escritoras y escritores, configurar las historias desde lo factual, es guiado por una intención estética. Se hace necesario tomar (agrego y puntualizo: tomar “amorosamente”) esas historias para trabajar literariamente en y con ellas. Historias más o menos conocidas a través del registro periodístico y policial, historias silenciadas o sumergidas (“Hay un fusilado que vive”, como oyó Walsh en un club de ajedrez y que fue el hilo conductor de su libro), historias perdidas en el recuerdo de un testigo o voluntariamente olvidada por un sobreviviente. Historias que nos llegan por rumores, que pueden desprenderse de una confidencia familiar, que constan en documentos, informes y entrevistas, en fallos judiciales, en una cerámica recordatoria, en paraderos de micros, lienzos, sitios virtuales y de memoria, en las casuchas de las animitas, los muros callejeros, el Museo de la Memoria, las casas usadas por la dictadura para destruir el cuerpo y el espíritu de los opositores. En nuestro paisaje. Mar, desierto y cordillera. Los vencedores de otro tiempo se empeñaron en borrar las huellas y a veces, la naturaleza se encarga de devolver algún rastro.

Margarita Bustos siente, escucha. Descifra la voz de los lugares que contienen las historias que deben ser rescatadas del olvido y la ignorancia. Margarita Bustos palpa la “herida que mana derrotas”, abraza nuestra geografía y se enfrenta de pie, al mar que no nos baña tranquilo nunca más. La poeta da la cara al oleaje que va y viene, que revienta en los roqueríos, resiste a la fuerza de ese mar que es lo más lejano a las postales caribeñas del consumo all inclusive.



III.- BÚSQUEDAS (LA ESCRITORA, LA POETA)

En muchos círculos aún se asevera que un texto literario debe existir sin considerar su correlato histórico ni la historia personal del autor/autora. Está la otra posición, a la que me adscribo, en la que se entiende que ambos, literatura e historia, están intercomunicados, que todo tiene contexto, correlato y causalidad. Y aunque no necesariamente se consideren todos los tiempos y a través de todos los textos, la dialéctica está ahí, latiendo. Reverberando.

Rodolfo Walsh dijo en algún momento que la escritura de Operación Masacre lo había transformado. Escribió y reescribió ese libro durante muchos años, saltando la valla de la publicación en distintos formatos e incluso, haciendo el guión de la película. Vivió y sufrió su libro, su obra.

La escritora/el escritor, se transforma en su proceso de escritura. Lo sabemos, lo experimentamos en el cuerpo. Trabajar, crear con una materia basal que es el lenguaje literario para expresar lo que Walsh llamaba “el amenazante mundo exterior”, es un proceso que disuelve las fronteras del escritor/ la escritora, en tanto artista, en tanto ciudadano/ciudadana, en tanto persona comprometida con su momento histórico y su propio territorio. El “yo” de la escritora/escritor se diluye en el “nosotros”. La comunidad.

“Desde la herida”, el libro de Margarita Bustos, se construye sobre una estructura que es una propuesta de lectura. El lector transita por un período de la historia de Chile en cada una de las tres partes en que está dividido: partes interrelacionadas, un continuum con saltos temporales que conducen al mismo punto. Los paratextos a considerar (epígrafes invaluables, imagen foto, notas a pie de página, un prólogo de excelencia escrito por Daisy Zamora, la portada), son aquellas comunicaciones que enmarcan y acompañan la lectura, guiando, sugiriendo o esclareciendo. También desafiando a la búsqueda a partir de la intertextualidad.

Margarita Bustos elige hablar desde un espacio determinado. Elige entrar en la herida y hablar desde ahí. El espacio poético le exige un registro de lenguaje bien preciso para DECIR acerca del “amenazante mundo exterior”. Y sin embargo, también es un lenguaje elegido por ella.

La herida envuelve con su carga de dolor y sangre. Si la poeta está ahí, significa que está dentro. Desde. En. En la herida convergen los imperativos del texto memorialístico y la poeta puede hablar/escribir el dolor que permanece, que no se calma, un fantasma inmanente.

Independiente de lo personal, al leer el libro de Margarita Bustos muchas preguntas volvieron a asaltarme. Hablar por el Otro, la Otra…hablar de ellas y ellos sin serlo… pero siendo, ¿podría ser una apropiación de esas palabras, de esas historias? Claramente no, porque al escribirlas se las reelabora con técnicas literarias y con una otra perspectiva: la propia. Desde otro lugar porque el tiempo ha pasado, desde la retrospectiva, la coda iluminante, el insigth que nos permite la distancia temporal, aunque posiblemente la distancia emocional sea muy difícil de ejercer.

¿Cómo entra la escritora al proceso sensible de recoger un registro histórico que se sabe, es también ideológico y por lo tanto político? ¿Cómo transita esos espacios del dolor, del desgarro, del silencio aullado? ¿Del horror? ¿Qué le pasa a ella, a Margarita, al permanecer envuelta en la oscuridad de una verdad oculta o revelada a medias? ¿Cómo sale de ese laberinto terrorífico? ¿Fragmentada? ¿Entera?

Me hice estas preguntas más específicamente cuando leí los poemas dedicados a Marta, Lumi, Cristina, María Eugenia, Gloria. A todas las mujeres que pasaron por el Cuartel Ollagüe y la Venda Sexy. Compañeras y hermanas que fueron ferozmente torturadas, violadas y finalmente desparecidas. ¿Cómo una mujer, la escritora Margarita Bustos, logró asir esas historias para escribirlas sin cerrar los ojos? ¿Cuánto tiempo pudo sentir el odio viscoso del agresor, ese odio que arrasó con los cuerpos de nuestras compañeras hermanas? El dolor traspasa los tiempos y los espacios. A las mujeres prisioneras se les vendaron los ojos para que no pudiesen identificar a sus agresores y también para que perdieran el sentido de orientación o no pudieran reconocer a alguna otra compañera que compartía la celda. Para, finalmente, quebrarlas, quebrarles el espíritu para que perdieran su humanidad.

Los ojos vendados de las prisioneras, seguramente tratando de distinguir algo a través de la tela que los apretaba.

Los ojos abiertos de Margarita.

Los ojos arrancados de Fabiola Campillay en el último poema.

El libro es también una invitación a abrir los ojos. Y VER.

“La lectura es un proceso de desvendaje”, afirma la escritora Graciela Bialet.

Entonces…Escribir para desvendar.

“Desde la herida” se suma a otros libros que, además de consignar hechos historiográficos y sus procesos, desata/abre un espacio reflexivo que nos lleva a mirar el pasado vigente para reparar el tejido de esa herida social al combatir el olvido y la ignorancia. Nos lleva a entender por qué pasan las cosas que pasan, por qué hubo un estallido, por qué la consigna “Nos quitaron tanto que nos quitaron hasta el miedo” nos alcanza en su sentido, por qué nació comunidad solidaria en medio de los enfrentamientos en Plaza Dignidad, por qué hubo “Históricas” rayado en el pavimento y una Primera Línea que organizó una resistencia grande que emociona por su tragedia, por qué un pueblo paupérrimo y aguantador se lanzó a la calle poniendo su propio cuerpo frente a las balas policiales, por qué esos carabineros dispararon a los ojos sin dudar, por qué a dos años y medio todavía hay personas en detención preventiva, por qué hay algunos que solo temen al salteo, a que el pueblo invada sus casitas del barrio alto con rejas y antejardín, por qué hay otros que prefieren creer que no hubo estallido y son pertinaces en el abuso… por qué, en fin, hoy nos enfrentamos a la campaña dura por la Nueva Constitución y el plebiscito, de cuyo resultado penden al menos los siguientes 50 años de nuestra vida ciudadana.

Gracias, Margarita. Gracias a la poeta, a la compañera, a la mujer que escribe valientemente desde la herida. En la herida.


Santiago, Julio 2022.

 

Margarita Bustos Castillo: Docente, poeta y gestora cultural. Diplomada en escritura creativa en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Magíster en Género y Estudios Culturales de la Universidad de Chile. Algunos de sus poemas han sido publicados en las Revistas: Buenos Aires Poetry, La Primera Vértebra, Liberoamérica, Mal de ojo, Trilce, Valpoesía. Cine y Literatura. Ha participado en Encuentros literarios nacionales e internacionales en Perú, Bolivia, Argentina y Uruguay.

Forma parte del Equipo Editorial de la Revista Mal de Ojo y del grupo organizador del Encuentro Poético Internacional Pájaros Errantes. Editora en Poetansia Ediciones. Co-directora del Ciclo de Literatura de mujeres: Versadas.

Organizadora del encuentro Poético Musical: Colusión Poética y La Ciudad de las mujeres

Traducida parcialmente al rumano y portugués.

Ha publicado Maldigo el paraíso de tu abandono (2011), Eros en la lengua (2015), Existencial (es) (2017) y Desde la herida (2022).


Gabriela Aguilera Valdivia (Santiago, 1960) Escritora y tallerista. Ha publicado 12 Guijarros (cuentos, 1976) Asuntos privados (Cuentos, 2006). Con pulseras en los tobillos (microcuentos, 2007), En la garganta (cuentos, 2009) Fragmentos de espejos (microcuentos, 2011), Saint Michel (micronovela, 2012) Astillas de hueso (microcuentos, 2013), Guerreros de Dios (micronovela, 2016), En una maleta (nanonovela, 2018), Los árboles hablan en Salem (nanonovela, 2020) y El Clan del Guanaco (2022).

Sus textos han aparecido en antologías digitales e impresas en Chile y en el extranjero. Obtuvo la Beca de creación Literaria en 2009, 2016, 2018 y 2021. Es una de las creadoras del Proyecto ¡Basta! Contra la Violencia de Género. Actualmente es la encargada del área de Internacionalización de dicho proyecto y de la Coordinación con los equipos que lo replican en otros países.

Es miembro fundadora del Colectivo Señoritas imposibles (escritoras chilenas de narrativa negra) y miembro fundadora de REM (Red de escritoras de microficción). Luchadora por la memoria y los DDHH.

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