Por Eleonor Concha Venegas
Desde la herida
Margarita Bustos Castillo
Ed. Signo, Santiago, 2021
Un libro delgado y breve contiene, no sin cierta ironía, la memoria de Chile. Pareciera uno más de los símbolos de la autora, metáfora material de lo que ha retornado de lo perdido. Sólo fragmentos de las personas amadas y arrancadas por las garras de la dictadura.
Es un libro –se supone- breve, pero no es posible leerlo de corrido, conseguir comprender lo leído, es una cosa, lo difícil es respirar tras cada poema.
Texto de tres partes, de tres imágenes, de tres periodos de nuestra historia des (memoria) da, tres epígrafes de tres autores. Tres periodos de agonía.
Somos finalmente el conjunto de historias que nos conforman, nuestras lecturas, nuestras sinfonías, y este libro recoge los sonidos, el habla y los nombres de lo perdido, aludiendo a la mordaza impuesta y asumida, al silencio cómplice o espantado, al juicio a todos los símbolos y al silencio.
La hablante lírica nos dice: “En el oído del cadáver escucho los suspiros”, oído como caracola, amplificando lo inaudible: el relato final de las perdidas, su propia existencia, cadáver que es cosa, signo, prueba de existencia, y del que emana, en la hora final, los 21 gramos de alma que se escapa de la boca de las asesinadas.
Dice la hablante que desde aquel oído, envase de los suspiros finales, estos han sido cogidos por el viento, viento que pervierte las imágenes, que sacude los cabellos, que nos grita con los gritos de los caídos, y que ciertamente: “… trepan por la herida / portando el hedor de sus miedos” (ídem) de aquellas y aquellos sin nombre.
Viento que pareciera recorrer las páginas del libro, y que nos lanza luego –disgregados- al mar y a la cordillera. Aparece entonces Santiago, cuya cordillera es testigo y referente de una ciudad anudada y perseguida, Eliana Albala diría de ella: cordillera negra por la sangre que aún contiene, pero en vez de eso, la hablante le dota de alma doliente y desmembrada que cae en un mar-sepultura:
“nos disgregan desmembrando esta cordillera
les disgregaron en el fondo del mar que nunca podrá
bañarnos tranquilos.” (de Chile limita al centro de la injusticia p. 18)
Coincide con la lectura de este poemario, con el acto que conmemora el 11 de septiembre, escucho la voz de Allende como eco en esa caracola de un oído perdido. “La historia es nuestra y la hacen los pueblos” dice el Presidente, mientras la hablante lírica me dice:
“Soy la vencida
pactada en cuerpo ausente
hoja en blanco donde las cicatrices hablen
la que se dejó archivar.” (del poema "Ya no hablarán por mí”. P. 19)
Responde así al digno mensaje de Allende, dando cuenta del silencio y de la historia contada desde los vencedores, quienes se limitaron a archivar, como simple y fría estadística, los gritos de las torturadas y asesinadas.
Aquel silenciamiento, la frialdad de quien pone una muralla entre su corazón y los gritos de los otros, produce asombro, y aquella palabra surge tras la lectura de “Desmoronarse en el silencio”, asombro de día final, de enfrentamiento con la muerte, de saber que es el minuto de dejar de ser, la hora de desaparecer y convertirse sólo en eco de caracola.
Entonces, “… la palabra no concibe decir lo que los ojos han visto / la palabra calla” (del poema Ausentes p. 22) y el cadáver del primer poema se silencia, y espera el cumplimiento del quinto mandamiento.
Aquel recorrido del espanto, donde “perseguimos la sombra / para tragar su contorno de una buena vez” (del poema “Hambre hoy” p. 23) nos fuerza buscar la luz, único contorno de la sombra, y con ella la necesidad de rebeldía, de reconocimiento, de memoria.
Este poemario hace uso del silencio, más allá de la mera palabra, los espacios en blanco nos dicen “respira y luego sigue, yo también he debido detenerme ante el espanto” pero no es un esperar sin movimiento, es de movimiento pendular, entre lo que fue y estaba siendo, entre la dictadura y el estallido social, entre las y los desaparecidos y los ojos arrancados de tantas y tantos, rebeldía ante la palabra y la reescritura de los poderosos y vencedores, donde el Nunca más se transforma y devela, y vuelve a decir Estallido Social, aunque ellos, ellas, historiadores de espanto, le digan delincuencial.
El texto hace historia, constituye un documento donde el poema recoge los símbolos de la rebeldía, donde recuerda a las víctimas, donde la culpa radica en torturadores y gobernantes y no en el pueblo, sea o no rojinegro, aquella memoria mirista que continúa en la sangre y que deviene en décima, en el poema “Por la memoria”, y que recuerda que la memoria de los caídos, de los vencidos, continúa y permanece a pesar de los libros de historia, en las mentes de las familias que recordamos cómo fueron los hechos, los que vivimos la dictadura, el estallido, la muerte y como nos rebelamos ante el relato oficial. Historia de un Chile fragmentado, desparecido, oculto.
Si aquello no fuese suficiente, Marta Ugarte fue lanzada al mar, una persona, una mujer, fue torturada y asesinada ¿cuál podría ser el motivo de aquella venganza desproporcionada? “faltaba una parte de la lengua / una parte faltaba / y aún la buscamos” (del poema Marta Ugarte p. 31) la palabra es y ha sido peligrosa, rota la lengua, arrancada la palabra, una lágrima cae, es mi ojo que se afana en recordar otros llantos, mi ojo derecho que recuerda la pérdida y el horror, saber sin comprender cómo es posible, cómo a ella le faltaba un trozo de lengua.
Lengua perdida en ese cauce pendular por el cual los muertos vienen y van, y que son imposibles de sostener, cauce pleno de lágrimas y que recorre “irreversibles cartografías de la derrota / llueven sus nombres / todos esos instantes se perderán como lágrimas (de Gloria Lagos Nilsson p. 36) hablante que salta –no se creería- a esta alusión a Blade Runner, distópica relación con nuestro Chile, laboratorio neoliberal, distopía perfecta de los poderosos, y en donde nuestras, nuestros desparecidos, fueron cosa, androides mutilados, los derrotados, las preferidas de Pasolini, las huestes de cuerpos, cosas sin valor para la sociedad, más humanas y humanos que los perseguidores y cuyas memorias se pierden como lágrimas bajo la lluvia.
Margarita Bustos Castillo: Docente, poeta y gestora cultural. Diplomada en escritura creativa en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Magíster en Género y Estudios Culturales de la Universidad de Chile. Algunos de sus poemas han sido publicados en las Revistas: Buenos Aires Poetry, La Primera Vértebra, Liberoamérica, Mal de ojo, Trilce, Valpoesía. Cine y Literatura. Ha participado en Encuentros literarios nacionales e internacionales en Perú, Bolivia, Argentina y Uruguay.
Forma parte del Equipo Editorial de la Revista Mal de Ojo y del grupo organizador del Encuentro Poético Internacional Pájaros Errantes. Editora en Poetansia Ediciones. Co-directora del Ciclo de Literatura de mujeres: Versadas. Organizadora del encuentro Poético Musical: Colusión Poética y La Ciudad de las mujeres. Traducida parcialmente al rumano y portugués.
Ha publicado Maldigo el paraíso de tu abandono (2011), Eros en la lengua (2015), Existencial (es) (2017) y Desde la herida (2022).
Eleonor Concha Venegas (Santiago de Chile, 1972). Abogada de la Universidad de Chile, Magister en literatura chilena e hispanoamericana en la Universidad de Playa Ancha (2022). En el año 2016 publicó su primer libro de poemas con RIL Editores cuyo nombre es Par de Dos, el año 2018 publicó con Mago Editores su segundo poemario llamado Viceversa, y en el mismo año recibió el primer premio del concurso nacional de poesía Oscar Castro, con el poemario El dolor de los huérfanos. El año 2021, se lanza una nueva edición del mismo libro, esta vez por Mago Editores, parte de la colección poeta Raúl Zurita y a la vez, en la misma casa editorial, publicó el libro Nosotros, los suicidas, en la colección Escritores Chilenos y Latinoamericanos.
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