Puertas
Hacia dentro la noche mira y enloquece.
Insiste el día en más calles que amor.
Hace tiempo se fueron mis ojos a la noche.
Tan inútiles como pacientes, las esperas
fervorosas espiaron en las esquinas
debido a que entonces quise decirte adiós
para luego dedicarte esto que sigue.
Como si fuera yo una voz y tú escucharas,
marchan por ti todas las horas y cruzas
aquellas puertas que enloquecen a la noche.
Escribe Tú la página
La página está en blanco, por ahora,
y ya no puedes desoír cómo se destripa la historia.
El tercer verso quisiera untarse en el alba
de ese tercer día cuando murió la muerte.
Pero las jornadas con sus noches sobre Gaza
dejan miradas fijas, manos sin regreso.
La página queda salpicada de alaridos, desde ahora,
y si calláremos, hasta las piedras gritarían.
Atolondran cuervos encima de clamores;
y el “no matarás” se queda exánime y amargo.
Podrá disponerse otra vez una página en blanco,
menos la mirada inerte y el regreso mudo de las manos.
¿Qué puedo decirte, Yahvé, que tú no sepas?
¿Quién confesará tu nombre, Alá de la misericordia?
Padre, escribe Tú la página en un blanco sin muerte.
De camino
Pacientes amanecen aquellos que partieron
hace mucho, recién no más, aún verde hoja
en el pequeño cementerio de Ciruelos.
Todo parece herido de inmovilidad; ocultas
las transformaciones que apura el polvo.
Y el viento silba adioses en espera de la Vida.
Vienen y van los pasos, los días del recuerdo.
Hay huesos que acogieron tanta vida
y sobre ellos, altas y ruidosas, trinan las aves
que acompañan al destino: osamentas del pudo ser
ahora telarañas, malezas, recados de mucho olvido.
Y el silencio deshoja nombres en espera de la Vida.
Somos aquí un presente de adiós; lentas preguntas
con los pies en la hierba crecida entre las lozas.
Conoceremos de otros momentos y olvidaremos
los escondidos sueños de Ciruelos bajo el viento,
mientras atardecen aquellos que partieron, esos mismos
que parecían ser tan nuestros como un merecimiento.
Se aquieta más la tierra en espera de la Vida.
Asuntos de la edad
A los diez toda una vida por delante
A los veinte es concebible mucho más
A los treinta aún queda bastante de camino
A los cuarenta se cruza el meridiano cero
A los cincuenta se pone calvo el tiempo
A los sesenta encanecen los recuerdos
A los setenta el tiempo mira de reojo
A los ochenta, milagro es cada momento
Antes o después, nadie sabe cómo ni cuándo
Dilema
Ahora, en cada esquina, un grifo seco,
y no termino de apurar estridencias
de tinieblas, cuando lagrimean semáforos
con estrés y bocinas enfermas de los nervios.
Sin hacerse notar, este día ha de irse largamente.
Acaba de pasar, y ya es olvido.
Pensar que nada de esto importaba demasiado.
No era otro el dilema:
Ir contigo adelante o escribir este poema.
Oda a las lindezas idiomáticas
Usted expresa una desbordante gracia
cada vez que “da un paso al costado”.
Es digna de admiración su recurrencia
y alcances de sus dichos “transversales”
y, cómo no, con desplante “inclusivo”.
Para qué le cuento la felicidad de los mares
cuando envía “señales en la dirección correcta”.
Le aseguro que alcanza una calidad sin fronteras,
porque es una persona “maravillosa”.
Cuando exclama: “cachai”, cuánta inefable armonía
despierta en el vasto horizonte. Es sencillamente,
inexorablemente, indispensablemente “heavy”;
sin olvidar que usted es modernísimo:
dejó de comprar y sólo acepta ir de “shopping”;
se abstiene de caminar—qué pasado de moda—
cuando es mucho más fácil decir “ I´m walking”.
Si por alguna broma de los hados se convierte
en funcionario, en experto o en político,
usted se consagra a “lo que quiere la gente”.
Ni el mismísimo Orwell podría articular
una neolengua con más galanura y originalidad.
Pienso—perdone lo inactual de este verbo—
que necesito atender varios asuntos, “por un tema”
que es súper, mega, híper, se lo aseguro.
No soporto vivir desorientado; acudo a usted,
pues reúne las mejores condiciones de un “coach”.
“Como que” la clave es “como” una sola: relajarse.
Prometo atenerme a cuanto diga. Su sabiduría
hace olvidable a Platón, a Bello, a Leonardo.
Aprendiendo el “mecanismo” de la vida
“monitoreo” los gestos para no ser “crazy”.
Ignoro la manera óptima de decirlo, “pero igual”.
“Demás que sí”. “Te quiero demasiado”.
(Inédito)
Canción por el niño ausente
El niño se fue por partes,
quién sabe si volverá
a cruzar por los jardines
su alma tierna en solaz.
El niño no tiene parte
en el gesto del compás,
otros crean ambiciones
para que muera nomás.
El niño alza las manos,
en espera de Belén,
aguarda ojos de estrella
en lo que ha de suceder.
Dice que sueña contigo;
una flor has de tener
o la risa de la nieve
que tu alma sepa ver.
El niño ya está dormido;
no hagan ruido de revés,
ya se ha ido de este patio
y hoy es sólo su vejez.
(Inédito)
Décima en que declaro
Por si no lo quiere ver
abra su mente y no diga
que dignidad se mendiga
en lo mucho por hacer.
Más bien aténgase a hacer
un mejor país más sabio
que no contenga resabio
de dolor ni mala suerte,
sé que nunca es la muerte
unión de cielo y de labio.
(Inédito)
Juan Antonio Massone (Santiago, 1950). Ha escrito poemas, ensayos, bibliografías, artículos de prensa y preparado antologías. Imparte docencia universitaria. Es miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. Algunas de sus obras: Juntémonos ahora (2012), En el centro de tu nombre (2004), Pedazos enteros (2000), A raíz de estar despierto (1995), Las siete palabras (1987).
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