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  • 13 Mirlos

JUAN ANTONIO MASSONE: 8 POEMAS


 

Puertas


Hacia dentro la noche mira y enloquece.

Insiste el día en más calles que amor.

Hace tiempo se fueron mis ojos a la noche.

Tan inútiles como pacientes, las esperas

fervorosas espiaron en las esquinas

debido a que entonces quise decirte adiós

para luego dedicarte esto que sigue.

Como si fuera yo una voz y tú escucharas,

marchan por ti todas las horas y cruzas

aquellas puertas que enloquecen a la noche.



Escribe Tú la página


La página está en blanco, por ahora,

y ya no puedes desoír cómo se destripa la historia.


El tercer verso quisiera untarse en el alba

de ese tercer día cuando murió la muerte.


Pero las jornadas con sus noches sobre Gaza

dejan miradas fijas, manos sin regreso.


La página queda salpicada de alaridos, desde ahora,

y si calláremos, hasta las piedras gritarían.


Atolondran cuervos encima de clamores;

y el “no matarás” se queda exánime y amargo.


Podrá disponerse otra vez una página en blanco,

menos la mirada inerte y el regreso mudo de las manos.


¿Qué puedo decirte, Yahvé, que tú no sepas?

¿Quién confesará tu nombre, Alá de la misericordia?

Padre, escribe Tú la página en un blanco sin muerte.



De camino

Pacientes amanecen aquellos que partieron

hace mucho, recién no más, aún verde hoja

en el pequeño cementerio de Ciruelos.

Todo parece herido de inmovilidad; ocultas

las transformaciones que apura el polvo.

Y el viento silba adioses en espera de la Vida.


Vienen y van los pasos, los días del recuerdo.

Hay huesos que acogieron tanta vida

y sobre ellos, altas y ruidosas, trinan las aves

que acompañan al destino: osamentas del pudo ser

ahora telarañas, malezas, recados de mucho olvido.


Y el silencio deshoja nombres en espera de la Vida.


Somos aquí un presente de adiós; lentas preguntas

con los pies en la hierba crecida entre las lozas.

Conoceremos de otros momentos y olvidaremos

los escondidos sueños de Ciruelos bajo el viento,

mientras atardecen aquellos que partieron, esos mismos

que parecían ser tan nuestros como un merecimiento.


Se aquieta más la tierra en espera de la Vida.



Asuntos de la edad


A los diez toda una vida por delante

A los veinte es concebible mucho más

A los treinta aún queda bastante de camino

A los cuarenta se cruza el meridiano cero

A los cincuenta se pone calvo el tiempo

A los sesenta encanecen los recuerdos

A los setenta el tiempo mira de reojo

A los ochenta, milagro es cada momento

Antes o después, nadie sabe cómo ni cuándo



Dilema


Ahora, en cada esquina, un grifo seco,

y no termino de apurar estridencias

de tinieblas, cuando lagrimean semáforos

con estrés y bocinas enfermas de los nervios.


Sin hacerse notar, este día ha de irse largamente.

Acaba de pasar, y ya es olvido.


Pensar que nada de esto importaba demasiado.

No era otro el dilema:

Ir contigo adelante o escribir este poema.



Oda a las lindezas idiomáticas

Usted expresa una desbordante gracia

cada vez que “da un paso al costado”.

Es digna de admiración su recurrencia

y alcances de sus dichos “transversales”

y, cómo no, con desplante “inclusivo”.

Para qué le cuento la felicidad de los mares

cuando envía “señales en la dirección correcta”.

Le aseguro que alcanza una calidad sin fronteras,

porque es una persona “maravillosa”.

Cuando exclama: “cachai”, cuánta inefable armonía

despierta en el vasto horizonte. Es sencillamente,

inexorablemente, indispensablemente “heavy”;

sin olvidar que usted es modernísimo:

dejó de comprar y sólo acepta ir de “shopping”;

se abstiene de caminar—qué pasado de moda—

cuando es mucho más fácil decir “ I´m walking”.

Si por alguna broma de los hados se convierte

en funcionario, en experto o en político,

usted se consagra a “lo que quiere la gente”.

Ni el mismísimo Orwell podría articular

una neolengua con más galanura y originalidad.

Pienso—perdone lo inactual de este verbo—

que necesito atender varios asuntos, “por un tema”

que es súper, mega, híper, se lo aseguro.

No soporto vivir desorientado; acudo a usted,

pues reúne las mejores condiciones de un “coach”.

“Como que” la clave es “como” una sola: relajarse.

Prometo atenerme a cuanto diga. Su sabiduría

hace olvidable a Platón, a Bello, a Leonardo.

Aprendiendo el “mecanismo” de la vida

“monitoreo” los gestos para no ser “crazy”.

Ignoro la manera óptima de decirlo, “pero igual”.

“Demás que sí”. “Te quiero demasiado”.

(Inédito)



Canción por el niño ausente


El niño se fue por partes,

quién sabe si volverá

a cruzar por los jardines

su alma tierna en solaz.


El niño no tiene parte

en el gesto del compás,

otros crean ambiciones

para que muera nomás.


El niño alza las manos,

en espera de Belén,

aguarda ojos de estrella

en lo que ha de suceder.


Dice que sueña contigo;

una flor has de tener

o la risa de la nieve

que tu alma sepa ver.


El niño ya está dormido;

no hagan ruido de revés,

ya se ha ido de este patio

y hoy es sólo su vejez.

(Inédito)



Décima en que declaro


Por si no lo quiere ver

abra su mente y no diga

que dignidad se mendiga

en lo mucho por hacer.

Más bien aténgase a hacer

un mejor país más sabio

que no contenga resabio

de dolor ni mala suerte,

sé que nunca es la muerte

unión de cielo y de labio.

(Inédito)

 

Juan Antonio Massone (Santiago, 1950). Ha escrito poemas, ensayos, bibliografías, artículos de prensa y preparado antologías. Imparte docencia universitaria. Es miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. Algunas de sus obras: Juntémonos ahora (2012), En el centro de tu nombre (2004), Pedazos enteros (2000), A raíz de estar despierto (1995), Las siete palabras (1987).

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