Por Eleonor Concha
Rubén Quiroz
La mitad de un destello que nos devuelve
Ediciones Máquina Purísima. Lima, 2022
Rubén Quiroz, no deja nada al azar, su poesía, limpia y con amplias pretensiones, abarca no sólo lo que la lírica quiere transmitir a través de su palabra, poeta médium de los tiempos de pandemia, sino que tras ella aparecen sus conocimientos amplios de filosofía y retórica.
Quiroz es un filósofo, no como una mera imagen o comparación por su poesía profunda y abarcadora, sino que por su profesión; por lo que podemos decir que sumado al hecho de que es poeta, él mismo se ha hecho acreedor de dos de las profesiones más inútiles posibles, según dirían los mercaderes de la palabra. Tampoco es baladí que esta reseña o crítica si se quiere, use cierto nivel de humor, impensable cuando se habla de la poesía de ciertas personalidades, lo uso porque Quiroz no sólo es poeta y filósofo, también es comediante, y de amplio nivel, ya lo vimos cuando presentó con solo 16 años su antología “El portero de Noé. Antología de la poesía deleznable en el Perú.” (2002) que refleja su particular modo kamikaze de hacerse notar e ingresar a los anales de la literatura peruana, pero además, nos muestra lo que estaba dispuesto a sacrificar para decir “todos tenemos un poema malo”, no es raro entonces que luego de este evento y sus consecuencias inesperadas, incluyendo ser objeto de persecuciones poéticas con tiros de manzana incluidos, lo llevaran a elegir como carrera la de filosofía; pero volviendo al texto del que hablamos, el descubrir versos como “una plenaria de gaviotas en la península” y pensar de inmediato en los académicos que graznan en los dudosos contubernios de algunas universidades, es una sola cosa, el humor vive en la poesía de Quiroz como un insoslayable compañero, quienes tenemos el placer de conocerle sabemos que aquello también habla de quién es, siempre dispuesto a reírse de sí mismo y del mundo que nos rodea, ya dice el poeta: “Es que el lenguaje es sutura/ Equivocación/ Siempre anterior a la sutileza/ Víctima del rumor multiplicado/ Oculto en la masmédula/ Repentinamente intruso/ En las calcinaciones/ En la negativa de la melancolía.” (poema 23, página 55) Así, Quiroz nos dice también que Oliverio Girondo es su abuelo literario (quién sabe algo de los padres), oculto en su poesía, qué de imágenes, alusiones a una naturaleza espejeada aparecen en los versos de Girondo, qué de imágenes, de naturaleza espejeada y navegante en los de Quiroz.
Por eso, Braulio Rojas ha visto en este poemario un aire marino inconfundible, cómo no, si estamos hablando de un libro pleno de mar, mareas, pelícanos, gaviotas, incluso de “truchas aturdidas” (poema 15, página 39) dejando que nuestra lectura se enfrente con su poema “para [vernos alborotados]* con nuestra risa zumbante de luz” (poema 31 página 71) y dejar cada uno de nuestros sentidos, abrumados por la mar de los pescadores “E inclinarnos ante los oleajes” (poema 30 página 69)
Sin embargo, su poesía no es humorística al modo de Parra, es una poesía que lleva el humor como salvavidas, sus frases que nos hacen sonreír, nos liberan apenas de la zozobra del adiós que contienen, pues es un poemario que se despide constantemente del amor que existe entre las sábanas pandémicas; de ahí que el número de poemas represente también algo, si no ha sido en forma consciente, lo es desde su amplio conocimiento de la filosofía, pues el 33 es en el I Ching, libro de filosofía oriental, oráculo para algunos, el hexagrama que representa el número de la retirada, del adiós que contiene una promesa de retorno. Ello es más acorde con el texto que la mirada occidental del número 33, de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, aunque, como no, el amor tantas veces contiene todos estos elementos.
Las imágenes del libro nos alborotan, su humor, el oleaje que nos hace subir y bajar en sensual compañía de sus versos, junto a la tristeza que emana de algunos poemas de permanente despedida, dentro de ese miedo atroz a morir: “Porque todos habrán partido sin abrazarse” (poema 11, página 31) hacen de este libro una joya de la literatura peruana que dará que hablar, sobre todo si consideramos que sus poemas son reflejo de una época aciaga y turbulenta, la pandemia de este siglo, inesperada para una humanidad que se creía omnipotente y que con ella ha vuelto a pensar en la mortalidad.
*El paréntesis es nuestro.
Eleonor Concha Venegas (Santiago de Chile, 1972) abogada de la Universidad de Chile, Magister en literatura Chilena e Hispanoamericana en la Universidad de Playa Ancha (2022). En el año 2016 publicó su primer libro de poemas con RIL Editores cuyo nombre es Par de Dos, el año 2018 publicó con Mago Editores su segundo poemario llamado Viceversa, y en el mismo año recibió el primer premio del concurso nacional de poesía Oscar Castro, con el poemario El dolor de los huérfanos. El año 2021, se lanza una nueva edición del mismo libro, esta vez por Mago Editores, parte de la colección poeta Raúl Zurita y a la vez, en la misma casa editorial, publicó el libro Nosotros, los suicidas, en la colección Escritores Chilenos y Latinoamericanos.
Rubén Quiroz: Poeta. Ha publicado los poemarios: Niño Vudú (2001), Rotación (2004), Médula (2007), El derrumbe (2009), Marrow (2010, traducido al inglés por Zachary Payne), Anima insomnia/Sueño sónico (2015) libro a dos manos con Gonzalo Portals, Wamachinoa (dibujo y pintura) con Yili Rodríguez (2017). Sus poemas han sido traducidos al inglés y el francés. Ha obtenido el Primer Premio Blas de Otero de la Universidad Complutense de Madrid en el 2007. Y una mención honrosa en el Premio de poesía COPÉ, Perú.
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