Por Sergio Rodríguez Saavedra
Para una lectura de la obra de un autor que a su haber posee lo suficiente como para comparar y contrastar sus títulos, ya sea entre sí o con los otros autores de su época, se requiere de una buena antología. En este caso concordamos que el concepto sería “necesaria antología”, como la que en esta excelente edición de Ventana Abierta presentamos con gran parte del trabajo que Horacio Eloy viene desarrollando a través de unas cuantas décadas de buena poesía. Por y para ello presento estas lecturas y aventurando estas conclusiones.
1. Necesario y —como necesario, primero— decir que la biografía de Horacio Eloy (Santiago, 1955), sus estudios y viajes dentro de la ciudad: desde Quinta Normal hasta Almirante Simpson, desde Plaza Bogotá hasta el Cine Normandie, desde la juventud de pelo largo hasta la madurez también de pelo largo, desde la Revista Contramuro hasta Carajo, en fin, desde una vida a la calle, el trayecto de un autor que escribe poemas, crónicas, estudios y, por ese conjunto de movimientos es reconocido y respetado por quienes hemos orbitado a su alrededor. Sin ser necesariamente la propia, son las experiencias de la realidad, a su vez, rasgos vitales de una propuesta poética que se instala desde un punto reconocible donde encontramos entre líneas el imaginario de un antes de 1973 (Horacio tenía 18 años para el Golpe Militar) y el posterior óxido y olvido. Lo sigue entonces es esa experiencia: los cines que describe ya no poseen espectadores, la boletería está grafiteada y la vendedora de entradas se dedica al cambio de carcasas para celulares. Ocurrió el desgaste y el olvido que estos poemas defienden a ultranza desde una óptica testigo que logra resguardar en tiempo presente eso que otros nominan como historia. Entonces, primera conclusión: la obra de Horacio Eloy puede leerse como resistencia, vestigio y herencia de una forma de ser Chile como sobreviviente.
2. El poeta es, y ha sido, un hacedor de cartas de navegación contemporáneo, un hacedor de portulanos, esos mapas de los puertos que tenían más de arte gráfico que de geografía como insinúan Tres Poetas (1985) y Paisajes de Milagros (1990) prematuramente y, confirma, El cielo a pedazos publicado en 1995. Poética en la cual reconoce y se reconoce como habitante de la urbe, barrios y lugares con nombre propio, características de una poesía que dialoga con Lihn, Teillier o José Ángel Cuevas por ejemplo. No solo un ejercicio de memoria, sino una forma romántica y comprometida de ver este plano caminando entre sus habitantes: pasajeros, cimarreros, amantes, ciudadanos a fin de cuentas, con triunfos y derrotas. Lugares que son nombrados por el uso público y colonizados por el ser humano en toda su emoción. Entonces, todo nombre guardado en estos poemas se habla con dignidad, esperanza y horizonte.
3. La topografía, enunciada en el párrafo anterior, enlaza exactamente con aquella sala a oscuras donde vemos correr (leer) en una pantalla la vida y vidas que le rodean como Giuseppe Tornatore hiciera con Cinema Paradiso en 1988. Al titular sus poemas como Cine Minerva, Cine Macul, Pila Cementerio, Cartagena Couve, etcétera, hace de esta ruta, que todos viajamos, una mirada para entender de dónde se viene, hacia dónde se va. Entonces ahora la poética del lugar es también poética del habitar. Imágenes, postales, cuadros. Ciudades son imágenes decía Enrique Lihn, por eso en Rituálica de despedida (2001), Plazas parques puentes (2008), Ultima función (2012) la temática se acentúa a ritmo de verso breve: verso camino que une un personaje-persona a un lugar-imagen donde se es mutuo y la vez total: digo Central Ovalle (fragmento):
“Allí el pequeño Ulises Ramírezsubía a su vientre exacto a las 6.45 A.M.su destino, la Escuela Pública Nº58,Moneda con García Reyes.La Central Ovallecruzaba la Estación Central,se perdía en el ponientey sólo retornaba a la plazacuando el neónacicalaba las calles de la ciudadcon su lenguaje de otros mundos.”
Cuando digo topografía, me refiero más bien a esa herramienta narrativa que la poesía toma para dar cabida a un espacio inexistente que aun así podemos reconocer. De formas sociales y políticas que entran intertextualmente al poema con menciones a espacios de exactitud: “Escuela Pública Nº58, Moneda con García Reyes” junto a íconos culturales de toda época. La analogía entre un nombre y un significado que va más allá de él. Digo ahora que la intersección de esta obra cruza la poesía situada (Lihn) con la escritura de la semejanza definida por Foucault, cuando las cosas que antes eran límites ahora se refundan confundiéndose en otra. Al respecto, la primera estrofa de “Censo” publicado en el reciente Desclasificados (2023):
“Es necesario conocer
cuantas son las palabras
todas las palabras, todas
así los libros
no discriminarán a ninguna
cuando asalten la realidad.”
Este es un sello, una marca que deja su obra.
Final. Las referencias en esta presentación son mezquinas ante la amplitud de los espacios señalados en cada texto. También omití premeditadamente las referencias a sus crónicas, su investigación sobre las revistas en dictadura publicada en el 2014, los años como director en la Sociedad de Escritores de Chile, para centrarme en la obra poética que da cuenta como pocas en la actualidad del ciudadano, peatón, presentado con un preciso y riguroso decir, lógica interna cuyo montaje es cuidado a manera de director de cine documental, por ello sostengo que la Antología Horacio Eloy no solo es una obra literaria, sino que además documento y evidencia del decir, la voz, que un poeta puede todavía sostener para goce y reflexión de todos nosotros.
Foto: Ximena Ossandón
Horacio Eloy (Santiago, 1955). Poeta, cuentista, gestor cultural y profesor. Es autor de los siguientes libros: Tres poetas (1985), Paisajes de milagros (1990), El cielo a pedazos (1995), Rituálica de despedida (2001), Plazas parques puentes (2008), Ultima función (2012), Su obra ha sido reconocida por el Área de Literatura del Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes (1996) y por las Becas de Creación Literaria para escritores profesionales del Consejo Nacional del Libro y de la Lectura (1998, 2005). Colaborador diversos medios periodísticos y culturales como el suplemento Literatura y Libros del diario La Época, Pluma y Pincel, El Siglo, etc. Su última obra el libro de investigación y crónica: Revistas y publicaciones literarias en dictadura (1973-1990), recientemente reeditado.
Sergio Rodríguez Saavedra (Santiago de Chile, 1963). Poeta, crítico literario. Ha publicado en poesía Suscrito en la niebla (1995), Ciudad poniente (2000 - 2002), Memorial del confín de la Tierra (2003), Tractatus y mariposa (2006), Militancia personal (2008), Centenario (2011), Ejercicios para encender el paso de los días (2014), Patria negra patria roja (2016) y Días como peces (2020) más las muestras antológicas Nombres propios (Madrid, 2017) y Antología de agua y hueso (Popayán, 2018). Su obra ha sido reconocida en diversos certámenes nacionales, entre otros el 1er lugar en el premio nacional Eduardo Anguita (en sus versiones 2008 y 2010), premio Letras de Chile (2014) y como ganador del XV Premio Stella Corvalán (2019).
コメント